Andrés Montero (“Tony Ninguno”) vuelve a mostrar habilidades en el arte de hilvanar y relatar al recuperar una leyenda cautivante…

“Puede que comiencen a contarse algunas historias, que la palabra tome su sitio en esta época donde escuchar era más importante que ver.” (pp 135) “Es el tiempo de la escucha, que necesita de la oscuridad. El tiempo de los oídos y de la noche.” (pp 136)

La leyenda dice que, la Noche de San Juan de 1830, se enfrentaron durante 96 horas el terrateniente Javier de la Rosa con el mulato Taguada, en un duelo de payadores.

“…lanzando palabras como si fueran cuchillos, para marcar que a este lado están los ricos, al otro todo el resto, y que en medio solo puede aparecer, a veces, la poesía.” (pp 174)

Los antecedentes están en alguna publicación de La Lira Popular, del El Siglo, en Floridor Pérez, Jorge Inostroza, Antonio Acevedo Hernández, Juan Radrigán, Violeta y Nicanor Parra… antecedentes sueltos, cosas vagas pero que, en la cabeza y la pluma de Andrés Montero, se convierten en un viaje -de ida y vuelta- que parece de fantasía, de magia, de sabueso y de reconocimiento de saberes, formas de hablar, de culturas profundas. De identidades chilenas.

La verdad, en esta búsqueda obsesiva, es lo que se escribe, lo que se cuenta -algo en lo que Montero es maestro- y se sigue contando… haya sucedido como se relata o no haya sucedido.

“Y más vale decir mentiras que parezcan verdades que verdades que parezcan mentiras. ¿Sí o no, casero?” (pp 88)

Andrés Montero es, en Taguada, “cuentista” y “malabarista” de una leyenda casi sin antecedentes, pierde al lector en la oscuridad de los tiempos transformándolo en una suerte de ciego al que, como lazarillo, conducirá con su relato por una aventura que deambulará por Santiago, Providencia, el cementerio, su propia infancia para ir retrocediendo hasta la noche aquella, cerca de la Hacienda de Tagua Tagua, no sin antes ir armando y desarmando nombres y situaciones que darán certidumbre sobre un hecho que es metáfora de este nuestro país.

“Y pensé que los ricos siempre hacían esas cosas, que siempre se ocultaban, se disfrazaban, como cuando vienen a las chinganas sin las esposas y con ponchos tratando de que nadie los reconozca, como si no se les sintiera el olor a jutre a la legua.” (pp 77)

“Taguada” es, a pesar de la facilidad y el agrado con el que se lee, un desafío a la “verdad”, a esa que creemos “científica”, “objetiva”, única, poniendo en su lugar -enaltecida- otra: la verdad del orador, del cuentista o, más bien, del cuento que pasa de boca a oreja en una cadena que la mantiene viva hasta que se deja de relatar.

“Claro que existieron”, me dijo ella. “Y si no existieron, ahora existen, pues, porque estamos hablando de ellos”. (pp 75)

Un gran libro sobre la memoria, los cuentos, la oralidad, las identidades, la verdad…

Taguada, de Andrés Montero, Penguin Random House Grupo Editorial S.A. (c)
Taguada, de Andrés Montero, Penguin Random House Grupo Editorial S.A. (c)

Taguada
Andrés Montero

Penguin Random House Grupo Editorial S.A.
Santiago de Chile, octubre de 2019