El Festival de Cine de La Habana, que sobrevivió a los rigores del llamado Período Especial en la década de 1990, vuelve a adaptarse a la crisis financiera y energética recrudecida por Washington, sin perder su encanto.

Para sorpresa de los cinéfilos, la inauguración el jueves fue a las seis de la tarde y no nocturna, como en las 40 ediciones anteriores. ¿Por qué? Para evitar coincidir con el horario pico de consumo eléctrico en La Habana.

Un atestado teatro Karl Marx, con capacidad para 5.000 espectadores, aire acondicionado, luces, proyectores, es un verdadero tragón eléctrico, en una ciudad escasamente alumbrada.

Más del 95% de la electricidad generada en Cuba es sobre la base del petróleo, y desde mediados de año Estados Unidos arreció su bloqueo que mantiene desde 1962, tratando de evitar que llegue a la isla el combustible que importa, básicamente de Venezuela.

Washington acusa a Cuba de ser soporte de su aliado venezolano Nicolás Maduro, y según la cancillería cubana el gobierno de Donald Trump aplicó más 180 medidas restrictivas adicionales contra la isla en lo que va de año.

Desde septiembre, el gobierno de Miguel Díaz-Canel adoptó fuertes medidas de ahorro, y ha logrado evitar los “apagones” que caracterizaron el Período Especial, tras la desaparición de la Unión Soviética, principal aliado y suministrador petrolero de Cuba.

La Habana pasó de más de 80 salas de cine antes del Período Especial a 20 en la actualidad, según datos oficiales, y los organizadores del Festival trataron de concentrarlos geográficamente para que, en el peor de los casos, la gente vaya a pie.

Solo 16 salas participan en la actual edición que se realiza del 5 al 15 de diciembre, y la mayoría de ellas, concentradas en la calle 23 del barrio El Vedado. Incluso, algunas no son públicas sino de instituciones culturales y hasta privadas, como el caso de la Fábrica de Arte.

“Avidez por ver cine”

Otra limitante económica, según Iván Giroud, director del festival, es la tecnología de proyección moderna, con la cual no están equipados todos los cines cubanos, y no son aptos para los soportes de las obras participantes.

A pesar de esas vicisitudes, la cita mantiene su encanto. El popular actor argentino Ricardo Darín lo expresó la noche del jueves al presentar su película “La Odisea de los Giles”, en la jornada de apertura.

“He recorrido muchos festivales del mundo y, honestamente, cuesta mucho encontrar un lugar en el mundo donde la avidez por ver cine sea tan impactante y espectacular como en Cuba. No nos podíamos perder la proyección de nuestra película en este maravilloso lugar”, dijo entre aplausos.

De más de 600 películas que se proyectaban antes durante el Festival, no solo las de competencia, ahora serán unas 300, pues según Giroud, ahora hay que pagar por su proyección, y el criterio que prima es “la calidad”.

Concursan 21 largometrajes de ficción de ocho países. Además, participan de la contienda cinematográfica 19 cortos y mediometrajes; 18 óperas primas, 21 documentales largos y 10 cortos; 23 animadas; 25 guiones inéditos y 30 carteles.

El resto son muestras, homenajes y cintas temáticas de la cinematografía mundial.

Siete funciones por medio dólar

“Ojos que ven” es el eslogan de la presente edición del festival, que fue saludado por primera vez por la máxima autoridad de la Unesco en la inauguración.

“En el mundo en que vivimos más que nunca necesitamos estos ojos que ven, esta mirada aguda de los cineastas”, dijo la francesa Audrey Azoulay, directora general, de visita en Cuba.

Pero hay otra motivación que seduce para entrar a las salas: los cinéfilos compran un “pasaporte” para siete funciones, por el equivalente total a 42 centavos del dólar.