El viernes 25 de octubre se juntaron en Plaza Italia 1.200.000 personas según Carabineros. Creo que se quedaron muy cortos en sus cálculos, y que fue más grande que las realizadas a favor del NO para el plebiscito de 1988.

El presidente Piñera y varios personeros de gobierno se apresuraron a “felicitarse” de esta gran manifestación pacífica, diciendo, por ejemplo, que “tod@s debemos escuchar, empatizar, cambiar y trabajar para llevar adelante este proceso histórico”, como escribió el Subsecretario de Patrimonio, Emilio de la Cerda (eso recuerda una frase similar de 2009).

Emilio de la Cerda (c)

Las frases fueron hermosas, pero no calzaban con los gritos y cánticos de los manifestantes. Pero, más grave, tampoco calzan con las acciones posteriores del gobierno.

Casi todas las medidas –y los discursos posteriores- se han centrado en aspectos económicos –necesarios, pero que mantienen a las personas en condición de consumidores, o de clientes si tienen mayor capacidad económica- o de control y represión, con discursos centrados en la “agenda social” y la violencia. Entre el bien y el mal, donde, claro, ellos representan lo primero y los otros, lo segundo. Zanahoria y garrote.

El gobierno no ha escuchado las demandas de la ciudadanía, sino lo que ellos quieren o creen haber escuchado.

Los manifestantes, entre sus muchas demandas, quieren que se les reconozca que han sido vulnerados en sus derechos, que las grandes empresas se han coludido y abusan de ellos, que no han recibido un trato digno, y que los diferentes gobiernos y autoridades NO los han escuchado por años (al menos los últimos quince años, con grandes y casi permanentes movilizaciones por distintas demandas).

Por otro lado, en la Movilización Social subyace una demanda de poder, de que las comunidades y organizaciones tengan voz, que sean escuchadas e incidan en las decisiones que les afectan. Ni siquiera el Gobierno ha retirado del Congreso proyectos de ley que han generado mucho rechazo ciudadano, de especialistas y de gremios, como son la Ley de Inclusión Social y Urbana, Ley de Patrimonio y Ley de “Sala Cuna Universal”, entre otras.

Pero desde el Gobierno nada de eso se escucha. ¿Son sordos o se “hacen”?

Subirse al “carro” de la gran manifestación para luego centrarse en la violencia y entregar medidas parciales que no producen un cambio permanente en las relaciones entre los diferentes actores de la sociedad, medidas que no afectan en nada el gran desequilibrio de poder entre los grandes empresarios y la élites políticas y el resto del país, sólo se puede calificar como una burla, como una forma de violencia desde el poder hacia las millones de personas que se han movilizado y quieren tener voz, ser escuchadas, ser consideradas.

Las personas están cansadas de abusos, de corrupción sin castigo, y de no ser escuchadas. ¿Qué no se entiende?