Cuesta comentar el libro “Latinos del Sur”, poemario de Víctor Hugo Ortega ilustrado por Sebastián Franchini. Cuesta porque es de público conocimiento lo difícil que resulta en Chile siquiera escribir, publicar y vender un libro de poemas. Por lo mismo es que inevitablemente se genera empatía, aunque en estricto rigor provoca más solidaridad para elogiar el esfuerzo que el contenido.

Por Marcel Socías Montofré

Quizás la culpa es esa costumbre de leer la contraportada de los libros antes de entrar en ellos. Esa síntesis que funciona a modo de booktrailer donde cada adjetivo se transforma en imagen, promesa y expectativa.

Y claro, cuando se anuncia el “poemario de una geografía extravagante: un sur que integra a México en Sudamérica”, además de un “poeta que encontró su voz y crece”, lo primero es pensar en una obra cumbre que pretende ser leída como punto de partida. De lo que sea la partida. Pero no un jaque pastor.

El problema es que luego aparece una linda recopilación de influencias poéticas que tal vez –y sólo tal vez- Víctor Hugo Ortega podría reconocer como influjos plausibles, pero para nada “propia voz que crece”.

Porque si es por crecimiento más bien aparece –en el poema “Porque soñé con don Luis”, por ejemplo- la más plena presencia de la poesía lárica de Jorge Teillier. Pero sin Teillier, por cierto. Mucho menos su “tiempo de arraigo”.

Luego se entra de lleno a la página 45 con el poema “Escuchamos a Matia Bazar” como quien entra nuevamente y de lo más vintage a los primeros temas y cassettes de Los Prisioneros, cuando apenas habían dejado de ser Los Vinchukas.

De más está decir que el poema “La Moneda de noche” es un perfecto elogio a la creatividad de los años 80´, cuando el arte de muchos fue en función de un proceso histórico lamentable, oscuro y desgarrador, pero escrito por cientos de poetas y sin duda original en las canciones de Schwenke & Nilo, Payo Grondona o Patricio Liberona.

A propósito, el poema “La misma razón” suena tan estadístico y creativo como “Con Datos de la Unicef”, de Schwenke & Nilo. Aunque la gracias y genialidad del grupo musical valdiviano es haber escrito la canción en el siglo pasado. Cuando hacer arte –leerlo, apreciar o escucharlo-, dolía en algún rincón profundo de la sensibilidad, como en esa canción del grupo Abril: “Cuando Valparaíso”.

Cedida
Cedida

Y así, un buen paseo por las 137 páginas del libro que más bien parecen una galería de influencias palpables que “la patria grande de cumbia, rap, cueca, tango y candombe” que trae como propuesta “Latinos del Sur”.

Lo anterior no significa, por cierto, que no hay leño y hasta promesa de fuego en la poesía de Víctor Hugo Ortega. Pero es de esa poesía que va en camino -que puede llegar a ser “voz única” antes que coro de influencias-, luego de más trabajo, edición, búsqueda y esa perfección obsesiva que lleva a los grandes escritores a generar una voz propia luego de años y hasta décadas de búsqueda.

Vicente Huidobro, por ejemplo, tardó décadas en pasar de “Temblor de cielo” a la perfección de “Altazor”.

Tal vez fue apuro. Tal vez el ánimo del escritor por ver su obra en las manos del otro. Su lector. Tal vez la amistad y trabajo conjunto con el ilustrador Sebastián Franchini. El punto es que falta mucho por escribir para poder leer y cumplir las expectativas de “Latinos del Sur”.

Tal vez para la próxima. Tal vez…

Latinos del Sur
Víctor Hugo Ortega
Editorial Operación Marte, México
2019