07-11-2018 a las 10:37

Crítica de Teatro: Mi hijo sólo camina un poco más lento, conflictos en la jaula segura

Publicado por: Leopoldo Pulgar

Foto de Daniel Corvillón (c)

Alrededor del actor Diego Ruiz (Branko, un joven en silla de ruedas) y las actrices Roxana Naranjo (Madre) y Ana Reeves (Abuela) gira este relato, cuyo elenco de 11 personas entrega la dimensión de una familia múltiple en integrantes y conflictos.

Leopoldo Pulgar Ibarra

Foto de Daniel Corvillón (c)

No sólo constituyen el eje de este drama: cada uno de ellos gesta un perfil humano sin alardes, sencillo, potente y delicado, incluso, cuando se desborda un poco.

Desde su silla de ruedas, Branko aporta una mirada consciente y esperanzada de su realidad, de puertas y ventanas abiertas al mundo, a la amistad y al amor.

A su vez, pese a su cuerpo fatigado, la madre será la balanza que cruje cuando intenta a la fuerza que la familia celebre unida y alegre los 25 años de su hijo.

Por último, el andar perdido en el alzheimer de la abuela canaliza algo absurdo y su humor equivale a una reacción refleja que choca con las formalidades familiares que esconden lo de siempre: encierro, heridas, miedos, envidias, desapego afectivo, hipocresía.

En los ambientes y situaciones que se van creando, asoma el trasfondo interrogativo de la obra: quién realmente sufre la discapacidad y si la minusvalidez del alma no será peor que la del cuerpo.

Bárbara Ruiz-Tagle dirige esta obra del dramaturgo Ivor Martinic (34, croata), escrita en 2011, que tradujo Nikolina Zidek y fue adaptada por Emilia Noguera.

Foto de Daniel Corvillón (c)

Recursos simples y eficaces

Como nadie sabe relacionarse con Branko, la silla de ruedas que utiliza parece ser el símbolo y motivo –o un pretexto- que explica los conflictos entre sus familiares.

Sin embargo, más que un muro, ellos construyen una suerte de distancia respecto del joven, lo que se advierte en escena por la circulación permanente del elenco.

Son coreografías muy activas que se realizan a paso normal, hasta quedar congelados, constituyendo una especie de segundo público que observa a quienes están en acción.
No ignoran al joven, pero nunca lo miran a los ojos, mientras se esconden o aferran a ansiedades secundarias, como leer el diario o cuestionar el aseo de la abuela.

La mudez de algunos, el parloteo de otros o mirar a distancia son presencias activas durante algunos diálogos que se desarrollan sin muchas inflexiones dramáticas.

Entre los recursos de la obra está el narrador que verbaliza los movimientos de los personajes: lo hace sin agregar un contrapunto a la opción más desdramatizada, pese a estar fuera del círculo familiar.

Las sugerencias escenográficas y lumínicas eficaces, el vestuario cotidiano característico para cada personaje, más el tono melancólico y parsimonioso que le da un carácter ingrávido a la obra, se convierten en vehículos para subrayar el sentido e intenciones de Mi hijo sólo camina un poco más lento.

Delinear la idea de familia como el centro de la ecuación escénica, los desajustes con quienes caminan más lento (no sólo por problemas de salud) y cómo el núcleo familiar puede asumir el perfil de una jaula segura que se puede y debe romper.

Foto de Daniel Corvillón (c)

Mi hijo sólo camina un poco más lento
Centro Mori Bellavista
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Constitución 183. Fono 2 2777 9849.
Jueves y viernes, 21.00 horas; sábado 20.30 horas.
Entrada general: jueves $ 8.000, viernes $ 10.000, sábado $ 12.000. Hasta el 1 de diciembre.

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