Un centro cultural, un gran teatro, reflejan, en forma implícita o explícita, una mirada (política en sentido amplio) de la sociedad, de la ciudad, del rol de la cultura, y de la relación entre artistas y el público, como entre los espectadores.

El Teatro Regional del Bío Bío es un gran elemento aislado, ensimismado, inmutable, que no invita y que no facilita las relaciones entre las personas, y que concibe al espectador como un actor pasivo con una sala central donde la mayoría de las personas quedan muy lejos de un escenario desproporcionadamente pequeño frente a las monumentales medidas del muro donde se sitúa.

Cada cual podrá pensar y tratar de dilucidar qué sociedad se promueve con el TRBB. Para otro análisis estudiar cómo se llegó a este resultado y cómo aprender de estas experiencias para mejorarlas a futuro.

TRBB, EM (c)
TRBB, EM (c)

TRBB

Concepción necesitaba un buen teatro para espectáculos de calidad hace 58 años. Hace 20 años que se luchaba por él. Hace ocho meses se inauguró el Teatro Regional del Bío Bío (TRBB), un recinto con buenas salas pero que presenta serios problemas que, sospecho, dificultarán su funcionamiento y su gestión.

El presente artículo es una opinión personal basada en mi formación profesional, mi experiencia vinculada a la cultura y al patrimonio, mis visitas al TRBB y mi condición de penquista (aunque no resida en Concepción hace muchos años).

¿Qué es un recital, un concierto o una ópera? ¿Una obra de teatro? Son viajes, invitaciones a otros mundos, a una realidad diversa, una experiencia especial que requiere que los sentidos estén en el escenario para dejarnos llevar. Son experiencias donde se da una especial conexión entre artistas y espectadores (y entre éstos), donde los momentos previos como los posteriores también son importantes, ya que nos preparan para el espectáculo como nos permiten “volver” de él, idealmente conversando sobre lo que nos produjo, sus aportes, etc.

A mi juicio, el TRBB presenta, al menos, tres tipos de problemas: una mala ubicación, un programa deficiente y una arquitectura que, partiendo de una muy buena idea, no responde a las necesidades del programa ni de las personas.

Una mala ubicación

Desde que se instalara el primer mall en la zona (justo en el límite entre Concepción y Talcahuano, lejos de la Plaza de la Independencia), el centro penquista se ha ido desvitalizando de manera notoria. Con los nuevos mall y centros comerciales (Jumbo), sumado al terremoto de 2010, el resultado es un casco histórico deteriorado, gris, con muchos locales cerrados, abandonados, y gran cantidad de comercio de bajo nivel.

Si a lo anterior se agrega el traslado de la intendencia y otros servicios hacia el sector de la antigua estación de trenes, se acentúan este abandono, esta falta de dinamismo.

El TRBB viene a contribuir a este desmembramiento del centro, y lo hace con un programa que, durante casi todo el tiempo, tiene a un gran edificio “muerto”, salvo cuando llega el público a un espectáculo (sólo algunos días a la semana, en horarios puntuales) para luego “expulsarlos”.

El espacio elegido para el TRBB es un espacio que, estando al lado del río Bío Bío, es residual. Es un mito que se puede tener una buena costanera si los diversos proyectos que se han hecho en el borde del río no responden a un proyecto global y muchos atentan contra esa idea, como son las conexiones de los puentes o el monumento al terremoto del 2010.

Por su ubicación, el TRBB no se integra a la trama urbana, es de difícil acceso (a menos que se llegue en auto, no en horas punta), está en un lugar inhóspito, con mucho viento, sin sombra ni buena protección para la lluvia, sin lugares acogedores para estar.

El TRBB no se suma a nada y no tiene el programa necesario para ser un polo de atracción. Es una lámpara que se ilumina a sí misma, que llama la atención pero no atrae.

TRBB, EM (c)
TRBB, EM (c)

El programa

La primera pregunta que surge es cómo se integra y se complementa el programa del TRBB con el resto de la infraestructura cultural y del espectáculo existente en la zona. Y da la impresión que este punto no se desarrolló. (Estoy pensando en la Universidad de Concepción, UCSC, Artistas del Acero, etc., ver cómo se podía complementar con el Teatro de Chillán, además de espacios privados).

El programa, en lo fundamental para el público, cuenta con una sala para 1200 y otra para 250 espectadores. Un acierto de su arquitectura es que la sala mayor tiene una platea para cerca de 800 butacas (el resto se distribuye en tres balcones), por lo que se pueden hacer espectáculos con esa cantidad de público (500 o 600 personas) sin que la sala se vea vacía.

Foyer TRBB, EM (c)
Foyer TRBB, EM (c)

Este programa, simple y básico, no considera un lugar de espera para quienes llegan antes, un lugar de exhibición (por ejemplo de los proyectos que concursaron, o del desarrollo del proyecto, o de la historia desde el teatro original), un espacio para fumadores, una cafetería (probablemente insostenible para un recinto con estas características).

La arquitectura, tan “pura”, no permite que a futuro el programa se vaya complejizando, que vaya incorporando nuevas funciones, como podrían ser salas de exposiciones, de cine o simplemente acoger grupos de jóvenes para que puedan practicar y desarrollar artes urbanas.

Escaleras.  TRBB, EM (c)
Escaleras. TRBB, EM (c)

La Arquitectura: gran idea, mala “bajada”

Diseñar un teatro en un área abierta, sin elementos que la contengan y le den una escala es muy difícil. Más aún cuando ese edificio debe ser “cerrado” por sus características funcionales, y tener flujos de usuarios muy altos y en momentos muy acotados.

La idea de Smiljan Radic, Eduardo Castillo y Gabriela Medrano, ganadores del concurso público del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio) es brillante: es darle vida propia a un edificio que “vive” hacia adentro, transformarlo en un faro que se puede ver a kilómetros de distancia (en especial desde la ribera sur del río Bío Bío y desde los puentes que lo atraviesan).

Sin embargo, a nuestro juicio, esa gran idea se quedó en la imagen, en el croquis, sin lograr adaptarse, modificarse y nutrirse de las necesidades y desafíos del programa, del lugar y de las demandas futuras que se puedan generar sobre el TRBB.

Los arquitectos, aparentemente, incorporaron en el proyecto la idea de trama que usara Emilio Duhart en su notable proyecto para la Universidad de Concepción (sin dudas la mejor sede universitaria del país), algo que en este caso es un pie forzado voluntario que no sólo no aporta, sino que atenta contra el buen funcionamiento del TRBB.

El primer problema es que estamos frente a un edificio que no muestra lo que está pasando en él, que no permite poner “gigantografías” o tener grandes pantallas con las actividades que en él se están presentando. Siempre está, al oscurecer, iluminado, hayan o no actividades. Y de día, es el gran volumen que no muestra si hay actividades dentro de él o no. Y no muestra lo que vendrá.

Tampoco es un edificio que invite a acercarse, al tener grandes dimensiones frente a una parte del primer nivel vidriado donde, además, no se tiene claro dónde están las puertas, informaciones o la boletería no invita, menos con esos pilares en diagonal que parecen querer expulsar a los que se acercan. Es más, tampoco hay espacio para una cartelera (los afiches están pegados directamente a los ventanales, con “scotch”. Supongo que los arquitectos pensaron que todos usamos “móviles” para consultar qué espectáculos se están dando, sus horarios y valores de entradas, entre otros, confiados además que la página web del TRBB funciona a la perfección).

Después de buscar la boletería (que, en un edificio simétrico y completamente indiferente al entorno, al paisaje, a las personas), pequeña, hay que buscar las puertas. Y adentro, uno se encuentra con un “foyer” lleno de pilares perfectamente distribuidos de acuerdo a una trama en damero.

Es decir, el espacio al que se entra está fragmentado por los pilares y por la gran escalera que está justo en el centro y dividida en dos por un muro (porque se “debía” respetar la trama), y que baja justo hacia el ventanal que no tiene puertas… (disculpen, pero no entiendo los conceptos de flujos que manejaron mis colegas, como tampoco las nociones de seguridad en caso de terremoto).

En esta suerte de foyer, no hay dónde apoyarse, un rincón donde retirarse a conversar. Es un espacio para el desencuentro, para desperdigar, separar. Algo, sin lugar a dudas, nuevo para mí en un edificio de estas características.

Para entrar a la sala principal, se debe al menos subir un piso. Entendamos que, dados los flujos concentrados de público, el grueso del público no usará ascensores.Y las escaleras y los pasillos son algo laberínticos, poco fluidos, con recovecos y espacios residuales inutilizables que dan la impresión de estar en un edificio industrial adaptado más que en un teatro concebido desde su origen para estas funciones.

Y llegamos a la gran sala…

Esta sala, completamente de un negro grafito, muy minimalista, es una gran caja donde todo está en función del escenario. Ver, escuchar y disfrutar, por ejemplo, el festival “Concepción Internacional Jazz” (y con las butacas casi llenas) fue un agrado (aunque por momentos la amplificación fue deficiente, por problemas en el uso de los equipos).

La primera duda es la altura de la gran sala, que parece muy alta, desproporcionada en relación al frente y el fondo del escenario. En otras palabras, el escenario parece chico comparado a las grandes dimensiones interiores de la sala, en especial con la limpieza y minimalismo de ésta (que en este caso juega, a mi juicio, en contra, al no dividir o fragmentar sus grandes dimensiones).

Otro aspecto negativo, es que la gran sala es un paralelepípedo muy alargado, donde el escenario queda en uno de las caras pequeñas, lo que hace que un porcentaje muy bajo de espectadores quede cerca del escenario. Esta situación se agrava si se considera que las 400 butacas de los palcos están ubicadas en el muro posterior, es decir muy lejos del escenario. Si a eso se suma lo planteado respecto al escenario…

También podemos agregar una serie detalles menores poco cuidados como, por ejemplo, la mala terminación de los elementos acústicos de madera, con cortes toscos y pinturas chorreadas.

El TRBB no ofrece una buena relación artistas-público como tampoco entre el público.

Más que hacer críticas por criticar, me parece fundamental reflexionar sobre nuestra infraestructura cultural para aprender, para generar discusión y desde ellos conocimientos para mejorarla y generar mejores bases para la que se haga a futuro.

Los errores que se cometieron en el TRBB son responsabilidad de muchos actores, y todos debemos aprender y colaborar.