Rostros del Bicentenario se tituló la exposición que hace 10 años le encargaron al pintor figurativo local Guillermo Lorca, la misma que desde entonces decora parte de la estación Metro Baquedano.
La serie consiste en retratos de chilenos anónimos en 2,9 metros de ancho por 3 de largo, cada uno inmortalizado en lienzos que a esta altura son parte del inventario de una de las estaciones más transcurridas de Chile. A diario, la muestra es vista por más de 200 mil personas.
A 8 años de la gesta, Metro fue en busca de los protagonistas de la colección para constatar cuál fue el rumbo de sus vidas, pero la tarea no fue fácil: de los seis modelos, uno había cambiado su teléfono y estaba inubicable. No había pistas suyas.
Fue cuando iniciaron una campaña por redes sociales para encontrar al chileno incógnito. Se trataba de Luis Escobar, un guardia de seguridad de 50 años que, a pesar de la icónica y popular exposición, nunca pudo ver terminado el lienzo de su rostro en Baquedano. En 2010, cuando fue retratado, trabajaba como empleado en un restaurante.
“Es una vuelta al pasado. Me veo tan, tan diferente (…). Pienso que ahora estoy más acabado”, contó Luis al diario La Tercera. En la misma publicación, Lorca reveló la razón para escogerlo en la muestra: “Es el típico “flaco” chileno con rasgos interesantes de mostrar y que se podría ver en todos lados”.
A continuación, los protagonistas de Rostros del Bicentenario y lo que ocurrió con ellos tras la exposición:
Daniela Vargas Guajardo
“Tengo muy lindos recuerdos del momento en que comenzó este proyecto. Yo estaba de vacaciones cuando se hizo la sesión de fotos con el artista y viajé de Valparaíso para participar. En esa época, estaba viviendo cambios en mi vida, entrando recién a la Universidad a estudiar Terapia Ocupacional y con menos responsabilidades que ahora. Ahora que tengo 29 años, estoy casada, tengo un hijo de 1 año 8 meses y una niñita que viene en camino. Lo que más agradezco de estar todavía en la estación, es que mis hijos podrán ver a su mamá cuando tenía 21 años y así descubrir que la vida avanza, que crecemos y vamos cambiando todos los días. La gente hasta el día de hoy me reconoce y muchos amigos me mandan selfies cuando ven mi cuadro en la estación”.
Rodolfo Cortés
“El Yoyo fue un trabajador habiloso, buena persona y servicial. Era el jardinero en la casa de la mamá de Guillermo Lorca, donde también era el encargado de la limpieza, el orden y trabajos más domésticos. Vivió 70 años como un hombre lleno de energía, comprometido y amigo de sus amigos. “Fue un ser ejemplar”, cuenta su hija Alicia. “Cada vez que tengo la oportunidad de pasar por la estación, me acerco y le sonrío. Es que es tan imponente su cuadro, tan grande, que me emociona sentirlo cerca a través de esta obra”, agrega. Don Yoyo trabajó sobrellevando un cáncer hasta que su cuerpo y energías se lo permitieron. Fue hasta 2015. Su legado quedó para siempre en el Metro de Santiago. Rodolfo Idilio Cortés Henríquez (08/04/1945 – 24 /08/2015 +).
Mireya Hernández Hernández
La Yeya es una mujer dulce y entre la timidez que esconden sus ojos, está la persona que cuidó a Guillermo Lorca desde chico y a quien todavía considera su regalón. Es la más adulta de los Rostros del Bicentenario y una de las que más energía tiene. Por eso, al verse en la estación se ríe fuerte; le da un poco de vergüenza y también se emociona a sus 80 años. Vive con su hija Marisol y Matías, el perrito regalón de su casa en San Carlos. En su tiempo libre descansa y durante las vacaciones visita a su familia. Amante de la cocina, cuenta que el plato que más rico le queda es el pastel de choclo y las cazuelas. “Amor y alegría son los mejores condimentos”, dice. “Al mirarme y hacer una comparación con el momento en que me retrató Guille, veo a una mujer que ha aprendido a disfrutar la vida y a conformarme y ser feliz con cosas sencillas”, concluye sabiamante.
Cristian Vargas Catalán
“Somos amigos con Guillermo Lorca, porque también soy pintor, y recuerdo que un día me invitó a participar en esta tremenda obra de arte que se quedaría en Baquedano. Para mí fue un gran orgullo porque admiro mucho su trabajo como artista. En la época en que se inauguró la muestra de cuadros, yo tenía 36 años, una hija que hoy tiene 20 y una vida entera por conquistar. Y lo he estado haciendo: hoy soy una persona feliz, con una familia consagrada y un nuevo integrante que llegó hace cinco años a nuestras vidas: mi hijo Tomás. En la actualidad trabajo en el área de finanzas y sigo haciendo mis pinturas personales. Al mirar mi cuadro recuerdo que en esa época decía: que lindo llegar a viejo y volver al pasado a través de esta pintura que refleja una juventud que disfruté pero que ya quedó atrás”.
Loreto Millalen Ulloa
Se transformó en retrato gigante a los 35 años, cuando trabajaba en la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile y estaba terminando su carrera de Relacionadora Pública. “Con los años fui creciendo y logrando metas que me han hecho una mejor persona. Soy apegada a mi familia y al yoga, así que he mantenido estos gustos que me hacen feliz”, cuenta. Cuando vio el retrato dice que se cayó de espalda y sintió mucho orgullo por ser parte del proyecto. “Al mirarme con ocho años menos, entiendo lo importante de quererse y cuidarse más”. Para Loreto, lo mejor de esta experiencia “es que hace 12 años mi hermano le saca una foto a su hija cada vez que pasa por el cuadro, y como es mi única sobrina, para mi es maravilloso tener un registro de ambas, donde finalmente ella se vuelve la protagonista”, asegura.