La tensión del thriller, el dolor desgarrado de un drama que tiene tanto de íntimo como de social y la dureza del western contemporáneo se mezclan en Viento Salvaje (Wind River), con la sensibilidad y pasión que Taylor Sheridan (guionista de Nada que Perder) sabe imprimir a sus historias.

En medio de un paraje tan bello como rudo, conviven armónicamente algunas familias dispersas que han aprendido que están en el último lugar de las preocupaciones del gran país al que pertenecen, EE.UU.
A los pies de la montaña más alta de Wyoming, en una planicie helada está una reserva india. Un poco más allá, los forasteros: operadores, guardias, empleados de una refinería de petróleo, instalados en containers acomodados como dormitorios. También hay traficantes y marginales entre los extensos y gélidos caminos.

Es un lugar donde “te rindes o sobrevives”.

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