Tras seis años de ausencia y cerrando la temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago, la célebre obra de Verdi se estará ofreciendo hasta el miércoles 15. Además de la nueva producción del reconocido artista argentino Hugo de Ana, destaca la dirección musical del maestro chileno Francisco Rettig, quien no dirigía una ópera en ese escenario desde 1984.

Por Joel Poblete

Aida, foto de Carlos Candia, TMS (c)
Aida, foto de Carlos Candia, TMS (c)

Ya superado el conflicto que significó la huelga del sindicato técnico que desembocó en las funciones sin puesta en escena de “Lady Macbeth de Mtsensk”, la temporada lírica del Municipal de Santiago volvió a su curso normal, y en estos días ofrece su último título del año, que tuvo su estreno oficial el pasado sábado 4: una de las óperas más famosas del repertorio, “Aida”, de Giuseppe Verdi.

Estrenada en 1871 y ambientada en el antiguo Egipto, esta antepenúltima obra para la escena del compositor italiano es clave en su etapa de madurez, por la riqueza de su partitura, llena de matices y contrastes sonoros. En ella Verdi desarrolla un camino propio, cada vez dependiendo menos de las tradiciones formales de la ópera italiana, tributando al exotismo de su trama e intentando profundizar cada vez más en la psicología de sus personajes, incluso en una historia de amor convencional como el triángulo que surge entre la princesa etíope convertida en esclava Aida, el guerrero egipcio Radamés y la hija del Faraón, Amneris.

Además de lo musical, “Aida” siempre es un enorme desafío a nivel teatral, pues aunque popularmente por el contexto histórico de su trama se la identifique como una pieza de ribetes épicos y escenografías vistosas y monumentales, nunca hay que perder de vista que en el fondo y más allá de la superficie, es por sobre todo una historia de sentimientos, con muchos momentos íntimos y sutiles, y el único pasaje que en verdad requiere un mayor despliegue visual es la célebre escena triunfal del acto II. Por lo mismo, no es tarea menor asumir una puesta en escena de este título, y no siempre se consigue un resultado convincente, como se puede recordar en la última vez que “Aida” se había presentado en el Municipal, en 2011, con una producción oscura y austera y trajes que anacrónicamente evocaban al siglo XVIII.

En este retorno de la obra se contó con una nueva producción a cargo del reconocido régisseur argentino Hugo de Ana, quien desde su debut en este escenario en 1980 ha regresado en diversas oportunidades al mismo tiempo que desarrollaba una importante carrera internacional en prestigiosos escenarios. En el recuerdo de los operáticos chilenos, algunos de los más memorables espectáculos de las últimas décadas han contado con la firma de De Ana, incluyendo entre otros “Werther”, “Romeo y Julieta”, “Eugenio Oneguin”, “Lucrezia Borgia”, “Don Carlos”, “Los cuentos de Hoffmann” y “Boris Godunov”. Aunque también ha tenido sus “tropiezos” locales, como su “Macbeth” futurista y orientalizado, o su “Madama Butterfly” de hace dos años, el artista trasandino suele ser garantía de calidad, y en esta nueva “Aida”, co-producción con el Teatro Real de Madrid (donde se presentará el próximo año), vuelve a dejar una positiva impresión.

Sobria y austera comparando con los excesos de otros montajes de esta obra, la puesta en escena de De Ana, quien se encarga además de la escenografía, vestuario e iluminación, sabe utilizar muy bien los colores, sugerir en base a pocos elementos escenográficos, y manejar con inteligencia las dimensiones del escenario del Municipal. Los contornos del escenario sugieren la forma de una pirámide, el suelo está inclinado y en algunos momentos una parte de éste se convierte en una plataforma que se eleva o baja permitiendo comunicar distintos niveles; entre los recursos visuales que utiliza destacan acertadas proyecciones (aunque algunas de ellas no se distinguen de manera totalmente clara), y el uso de espejos que generan reflejos que realzan el carácter de algunas escenas. Su iluminación en particular es muy sugestiva y atmosférica, y ayuda a resaltar el clima de las distintas escenas; y en cuanto a la afamada escena triunfal, que ya no es un desfile, en ella evita el atiborramiento y sabe ubicar muy bien al Coro del teatro, que como siempre estuvo excelente. También son un aporte los números de danza creados por la veterana coreógrafa italiana Leda Lojodice, quien también ha cumplido con esta misión en anteriores producciones de De Ana en Chile, y además realizó previamente las coreografías de la “Aida” del Municipal en 1997.

Cuando el año pasado se lanzó la temporada 2017 se anunció como director musical del elenco internacional de esta “Aida” al joven y ascendente conductor italiano Andrea Battistoni, pero finalmente estas funciones permitieron un afortunado regreso: uno de los maestros chilenos que más han destacado en el exterior, Francisco Rettig, no sólo volvió a dirigir a la Filarmónica de Santiago luego de 14 años en un concierto sinfónico en marzo pasado, sino además asumió la batuta en una ópera en el Municipal tras más de tres décadas, ya que la última vez que tuvo esa responsabilidad fue en 1984, con una “Tosca” de Puccini en la que coincidentemente la producción era de Hugo de Ana. Aunque en el terreno de los conciertos se ha especializado en compositores como Mahler, en el último tiempo en la lírica a Rettig le ha tocado abordar más a menudo a Verdi: además de esta “Aida”, como titular de la Orquesta Clásica del Maule el año pasado dirigió un aplaudido “Otello” en el Teatro Regional del Maule, y a fines de este mes ahí mismo estará al frente de “El trovador”.

No es tarea fácil guiar lo musical en esta ópera, pues no sólo es necesario equilibrar lo íntimo con lo heroico, sino además estar atento a las numerosas sutilezas y contrastes de la partitura mientras se busca un balance entre los solistas, las masas corales y la orquesta. En todos esos aspectos consiguió destacar Rettig, y si bien hubo ciertos detalles de afinación o fugaces desajustes entre foso y escena, éstos de seguro se corregirán en las siguientes funciones y no restan mérito a una muy buena labor del maestro, quien desde la excelente entrega del preludio hasta el desolador lirismo del desenlace, guió una excelente versión, triunfando también en la siempre demandante escena triunfal. El público demostró su aprobación con calurosos aplausos al término del espectáculo, demostrando que haber convocado al maestro chileno fue un acierto, por lo que es de esperar que vuelva a dirigir otra ópera en alguna de las próximas temporadas.

Aida, foto de Carlos Candia, TMS (c)

En cuanto a los solistas, mucho más contundentes fueron las voces masculinas, al menos si se miden los estándares que exige una ópera como ésta, y todos los cantantes eran ya conocidos por el público del Municipal. Destacaron especialmente dos que habitualmente aparecen en cotizados escenarios internacionales: el tenor coreano Alfred Kim como Radamés, y el barítono ucraniano Vitaliy Bilyy como Amonasro, ambos de voces potentes y de generoso volumen; a lo largo de una década el primero ha ido dejando una impresión cada vez más grata en los espectadores locales con cinco roles distintos, entre ellos personajes en otras óperas de Verdi como “El trovador” en 2006 y “Los dos Foscari” en 2015, y en esta ocasión, aunque su actuación fue algo rígida y convencional pero siempre acertada (de todos modos Radamés nunca permite demasiadas sutilezas), ofreció todo el aspecto heroico del canto de su rol, con un canto aguerrido y agudos seguros que le permitieron sobresalir en la siempre expuesta “Celeste Aida”. El rol de Amonasro es breve pero fuerte, y de todos modos requiere un barítono que destaque en el repertorio verdiano, y Bilyy, quien también debutó en el Municipal hace más de diez años y ha abordado estilos muy distintos, ha brillado aquí especialmente en el compositor italiano, en títulos como “Attila” y “El trovador”, por lo que fue particularmente efectivo encarnando al furibundo rey guerrero padre de la protagonista.

¿Y las protagonistas femeninas? Cuando debutó en Chile hace dos años, interpretando a Santuzza en “Cavalleria rusticana”, nos pareció que la soprano rumana Cellia Costea actuó de manera distante y tenia un volumen generoso pero su voz era imprecisa en la afinación; ahora como Aida estuvo más convincente, y si bien nuevamente la emisión de algunas notas no fue totalmente afinada y parece más cómoda en los tonos medios que en los agudos, su labor fue progresando positivamente a lo largo del estreno y fue muy aplaudida al término de la función. En cuanto a quien para muchos es la verdadera protagonista de la obra, la intensa y altiva princesa egipcia Amneris, permitió el debut en nuestro país de la mezzosoprano Marina Prudenskaya, quien está desarrollando una sólida carrera en prestigiosos teatros como el Covent Garden de Londres, el Festival de Bayreuth y la Staatsoper de Berlín; y sin embargo, a pesar de sus pergaminos, en sus primeras escenas si bien la voz es atractiva, llamó la atención lo reducido de su volumen y su discreta presencia escénica. Parecía como si estuviera guardándose para su gran momento, verdadero clímax dramático de la partitura, la escena del juicio; y en efecto, ahí al fin pareció más efusiva y con mayor despliegue vocal, aunque no llegó a las alturas de otras intérpretes que han abordado este rol en el Municipal en el pasado, incluyendo nombres como Fedora Barbieri, Marta Rose, Fiorenza Cossotto, y en los últimos 20 años, sin ir más lejos, se pueden recordar formidables actuaciones de Nina Terentieva y Luciana D’Intino, por ejemplo.

Muy adecuados estuvieron por su parte el bajo coreano In-Sung Sim -quien antes en Chile cantó en el Municipal en “Attila” y “La flauta mágica”, ópera que también interpretó en el Teatro del Lago- como el sumo sacerdote Ramfis, y el joven bajo-barítono ruso Pavel Chervinsky, que el año pasado ya estuviera en ese teatro en “Tancredi” y de nuevo regresara en marzo para la breve ópera en concierto “Mozart y Salieri”, fue ahora el estatuario Rey de Egipto. En los otros dos personajes secundarios, a cargo de intérpretes chilenos, el tenor Rony Alcavil fue un sonoro Mensajero de buena proyección, y fuera de escena la soprano Paola Rodríguez, que ha tenido un excelente y variado año en la temporada lírica -se lució antes tanto en la esposa del alcalde de “Jenufa” como en el exigente rol de Aksinya en “Lady Macbeth de Mtsensk”-, cantó muy bien la parte de la Sacerdotisa, en la que tiene ya bastante experiencia, pues la abordó previamente en las versiones de “Aida” de 2005 y 2011.

Las próximas funciones del elenco internacional serán este jueves 9, sábado 11 y martes 14, mientras el elenco estelar se presentará este miércoles 8, viernes 10, lunes 13 y miércoles 15.