Ayer se realizó en el Museo de la Memoria el homenaje a Vladimir Vega, multifacético creador que incursionó en la música, la actuación, la literatura y la plástica.
Las experiencias de represión, prisión política y exilio, dejaron una marca que Vladimir Vega canalizó mediante el arte para, como él decía, “ilustrar la tristeza y la alegría de vivir”. Parte de su legado musical fue revisado ayer- ante más de 100 personas – , por sus amigos Osvaldo Torres – poeta, músico e investigador y uno de los fundadores de Illapu- y Silvia Balducci –cantora y guitarrista italiana avecindada en Londres-, quienes además conversarán sobre su vida y obra.
Vladimir Vega
Oriundo de la ciudad de Molina, en la región del Maule, vivió la violencia del régimen desde el mismo 11 de septiembre de 1973 al ser detenido y apresado por 5 años en la cárcel de Talca.
La reclusión fue crucial en su vida artística. Estando detenido dirigió un conjunto musical con influencias andinas, así como también aprendió a tocar el charango y la zampoña para enfrentar las hostilidades que debía experimentar.
En 1978 partió al exilio, dirigiéndose a Inglaterra e integrándose a los circuitos musicales de solidaridad con Chile existentes en ese país. Su primer conjunto de música latinoamericana fue Antara y también intervino en Alianza, en la fundación de Quimantú y Q-Plus, un grupo de fusión de instrumentos tradicionales con saxo, clarinete y violoncello.
Su trabajo en el cine lo vincula directamente a la figura de Ken Loach, el realizador inglés al que conoció en 1993, debutando como actor en Ladybird, Ladybird (1994) y con quien trabajó en 11’09”01. September 11 (2002).