En el marco del Festival Académico de Cine Universitario (Faciuni), que se realizó esta semana en la Pontificia Universidad Católica, Pablo Larraín ofreció una charla sobre su trabajo fílmico a estudiantes e interesados en su cine.
La cita sirvió para escuchar al cineasta en una desconocida faceta: la del contador de anécdotas. Sus anécdotas. Porque la clase sirvió para recorrer la filmografía del chileno y, a su vez, repasar los momentos desconocidos de las mismas.
Una de las que más llamó la atención tiene relación a la última cinta de Larraín, “Jackie”, y en específico, a la relación que tuvo el cineasta con Natalie Portman, su protagonista. Larraín contó que, para trabajar con ella y aprovechar al máximo su rendimiento, utilizó una poco decorosa técnica de dirección actoral.
“He vivido situaciones difíciles con actores, pero nunca como con Natalie Portaman. Es muy ordenada, muy estructurada“, dijo, en un nota que publica Las Últimas Noticias. Ante dicho panorama, el cineasta optó por provocarla: causarle pequeñas crisis y momentos de confusión para llevarla al extremo.
“Empecé a tratar de descontrolarla (…) Hacíamos otra toma y antes de que se acabara, sin cortar, le tiraba en vivo una instrucción totalmente contradictoria a las anteriores. Le tiro otra instrucción todavía más contradictoria que las otras tres. Le digo para y todos paran. Se produce un momento en que nadie sabe qué está pasando“, contó.
Aquí es cuando arremete el director, que ante la mirada incrédula de su equipo lanza, en el momento menos esperado, la instrucción verdadera. “Yo les decía -al equipo- ¿se acuerdan de la escena que hicimos ayer? La vamos a hacer ahora (…) Los actores la empiezan a hacer y esa toma es 20 veces mejor que la toma que hicimos ayer“, dijo.
¿Tiene asidero? Para Larraín, mucho. Según él, esto lleva a que las escenas mejoren porque a los actores, en la confusión y en sus intentos por resolverla, “les provocaste una crisis”, uno de los motores emocionales y fundamentales para interpretar.