La coreógrafa Trisha Brown, gran figura de la danza contemporánea, murió el sábado en Texas a los 80 años, dejando su influencia en decenas de coreógrafos gracias a sus más de cien piezas marcadas por la fluidez excepcional de su estilo.

Esta pionera de la “danza posmoderna” nacida en Estados Unidos en los años 60 estaba enferma desde hacía varios años, pero la energía que había puesto en su compañía seguía intacta.

Fundada en 1970, la Trisha Brown Dance Company actuó en los dos últimos años en París, Lisboa, Francfort, Nueva York y Seattle, convocando a grandes audiencias.

Así bailaba en 1978:

Su “troupe” la describió el lunes como “una de las coreógrafas más aclamadas e influyentes de su época“, cuyo trabajo “vanguardista cambió para siempre el paisaje artístico“.

Brown creó para la Ópera de París “o Composite” en 2004, más específicamente para sus primeras figuras Nicolas Le Riche, Manuel Legris y Aurélie Dupont. Esta última, convertida en directora del Ballet de la Ópera, recordó que “tenía mucho humor y estaba fascinada por la danza clásica“.

Me pidió que le mostrara mis puntas. Ella nunca había visto eso en su vida, soltó una carcajada cuando le mostré las posibilidades” que ofrecían. La pieza contiene varios pasajes en puntas, una novedad para Brown.

Fluide” era el adjetivo que más inspiraban sus obras. “Recuerdo que decía todo el tiempo ‘release’, libérense. Esto no es una coreografía que contraría el cuerpo ni los músculos, es una danza natural“, contó Aurélie Dupont.

"Floor of the Forest", uno de los montajes de la coreógrafa Trisha Brown | Agencia AFP | Ben Stansall
“Floor of the Forest”, uno de los montajes de la coreógrafa Trisha Brown | Agencia AFP | Ben Stansall

También fue una de las primeras coreógrafas en salir de la “caja negra” del teatro, bailando en galerías y museos e incluso sobre techos (“Roof Piece”).

Nacida el 25 de noviembre de 1936 en Aberdeen, en el estado de Washington (noroeste), Brown llegó a Nueva York en 1961 y se unió rápidamente a la Judson Dance Theater, que toma su nombre de una antigua iglesia en Nueva York que fue escenario del surgimiento de un colectivo de artistas (entre ellos los coreógrafos Yvonne Rainer y Steve Paxton y los músicos Terry Riley y la Monte Young).

Allí, en Nueva York, frecuenta el estudio de Robert Ellis Dunn, donde hace suyos los principios artísticos de John Cage, “la indeterminación y la constante interrogación alrededor del proceso creativo, factores que abonarán su propia estética y que llegarán a ser constantes de su estilística”, tal como reseña un artículo del diario español El País sobre su obra.

Este grupo de bailarines, compositores y artistas visuales, situado en el barrio de Greenwich Village, buscaba romper con las reglas tradicionales de la danza moderna, que consideraba demasiado rígidas.

Movimiento del agua

Además experimentaba introduciendo los movimientos cotidianos, como caminar, en sus coreografías. En 1970, Brown creó su propia compañía, la Trisha Brown Dance Company, en la que ella misma interpretaba varias de las coreografías.

Su danza exigente consiste en un encadenamiento rápido de movimientos de brazos y piernas, pero también de cuello y cabeza. Muchos lo han comparado al movimiento del agua o de una ola, que repercute de forma continua en todo el cuerpo.

En verdad, yo no sabía cómo bailaba“, explicó en 2013 en una entrevista con Philip Bither, del Walker Art Center de Minneapolis (Minnesota, norte-centro). “Hasta ese punto utilizaba la improvisación. Había puesto a un lado la conciencia, la aprehensión de lo que estaba haciendo, para tener el espíritu libre“, contó esta mujer de voz dulce y enorme carisma.

"Glacial decoy", montaje de Trisha Brown | Agencia AFP | Jacques Demarthon
“Glacial decoy”, montaje de Trisha Brown | Agencia AFP | Jacques Demarthon

Radical, Brown hizo bailar a su compañía sin música durante diez años antes de abrirse a los compositores.

Llevaba siempre más lejos sus investigaciones, en la línea del otro gran pionero de la danza contemporánea, el estadounidense Merce Cunningham, colaborando en especial con el pintor norteamericano Robert Rauschenberg o el bailarín ruso naturalizado estadounidense Mijail Baryshnikov.

Se aventuró también en el mundo de la ópera y del jazz, así como en la captura de movimientos por computadora. Bailó hasta los 71 años, en 2008, y se despidió con el espectáculo “I love my robots”.

En 2013, anunció que las dos obras creadas en 2011, “Les Yeux et l’âme” y “I’m going to toss my arms – if you catch them they’re yours” serían sus últimas y que no ejercería más la dirección artística de su compañía.

Su muerte ocurre meses después de la de su marido, el videoartista Burt Barr, quien falleció el 7 de noviembre. Deja un hijo y cuatro nietos.