Admiración, delicadeza y cariño siente la cia. Yuyachkani por el gran escritor José María Arguedas (1911-1969), referencia absoluta de este montaje de la destacada agrupación peruana.

Sin embargo, también se nota que en esta creación colectiva que dirige Miguel Rubio no se idealiza su imagen, esa que tiene que ver con falacias, ocultamientos y distorsiones.

Arguedas asoma con sus fortalezas y debilidades, pasiones e inestabilidades, un ser humano que se va mostrando a través de las cartas que escribió a una psicoanalista y a un antropólogo, apreciaciones sobre el lugar donde vivía (Chimbote, ubicada al norte de Lima), algunos datos biográficos y fragmentos del relato “El zorro de arriba, el zorro de abajo”.

Y, tal vez, el más decidor: el discurso “No soy aculturado”, una afirmación que abomina de esa conducta arribista en América Latina, congénita en amplias capas, de desconocer las raíces y cultura indígena como una vertiente de nuestra idiosincrasia.

Pensar-recordar para vivir

Seguramente no fue fácil para Yuyachkani llevar a escena este material textual de grandes implicancias, complejo, variado y sensible, lo que explica, tal vez, que sea la lectura directa o memorizada de textos el recurso predominante.

Sentados junto a una mesa, actores y actrices vestidos de civil (al costado izquierdo, una figura silente y bien intrigante), las lecturas se sucederán, abarcando diversos aspectos de la existencia arguediana.

Sólo se rompen cuando cada cierto tiempo se realizan algunas representaciones, se utilizan máscaras y, especialmente, con la aparición de la muerte, una figura relevante, colorida y temible en este relato con raíces ancestrales.

La mesa que siempre acompaña la entrega tiene tres segmentos que, en momentos, actores y actrices separan-mueven-juegan sobre el escenario en coreografías simbólicas que dan un gran dinamismo.

Lo occidental e indígena asoman como componentes de la obra, en diversos niveles, una simbiosis que surge con total naturalidad, en lo desgarrador y festivo, en lo diverso y particular, en lo ritual-sagrado y en lo cotidiano.

Yuyachkani significa “estoy pensando, estoy recordando” en quechua. En este sentido, Arguedas y la obra conectan pasado y presente… y esto hace que en algún momento el escritor pareciera “verse”, tan intensas y reiteradas son las invocaciones.

Especialmente, cuando el grupo canta bellas melodías en quechua -de verdad, bellas interpretaciones solistas y corales- conmovedoras, con resonancias indefinibles.

Entonces, adquiere presencia su fiereza llena de sensibilidad, más allá del sombrero que lo recuerda y simboliza, instalado en el respaldo de una silla, en la cabecera de la mesa, ubicada verticalmente, cubierta de frutos que distribuirán entre el público.

Porque la voz y escritura del también autor de “Los ríos profundos”, su recuerdo y regreso al presente escénico, convierte penas y tristezas en una fiesta comunitaria.

Teatro UC. Jorge Washington 26. 12, 13 y 14 de Enero, 20.30 horas. Entrada de $ 12.000 a $14.000.