Una maleta gigante que al abrirse desplegaba una suerte de Escudo Latinoamericano con el lema Sin Fronteras, presidía el pasacalle con el que se inauguró este martes 3 de enero (día en que se conmemoraron 15 años de la muerte de Andrés Pérez) Santiago a Mil.

A la maleta le seguía una banda rock del “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” y cuatro cuadros fundamentales en la identidad colectiva de los chilenos, pero representadas por migrantes, en su gran mayoría de color. En síntesis, la propuesta de calle más política y contingente que hemos visto en Santiago a Mil.

A las 20:00 horas partió desde el Museo de Bellas Artes el pasacalles con el que se inició este Santiago a Mil 2017, haciendo un recorrido que incluyó la Plaza de Armas (incluyendo el Palacio Consistorial, el Museo de Histórico Nacional y la Catedral de Santiago), pasar por el frente del ex–Congreso Nacional y el costado de los Tribunales de Justicia para terminar en el frontis norte del Palacio de La Moneda.

De esta forma, los distintos elementos y “cuadros” permitían diversas lecturas de acuerdo a los “fondos” que estos edificios –con sus contenidos históricos y de poder- iban generando.

La propuesta de Martín Erazo y de la Compañía La Patogallina, Sin Fronteras, es una invitación clara, política y amable a la inclusión y la interculturalidad.

EM (c)

Un continente de migrantes

Ese parece ser el mensaje de la maleta gigante, además de un llamado a la unidad Latinoamericana expresada a través de un Escudo gigante con el lema Sin Fronteras.

Camión con la banda con Tribunales de fondo, EM (c)

EZLN

La banda de rock del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) puede ser el elemento más complejo de interpretar, aunque había un claro mensaje de unidad latinoamericana, del ideal bolivariano unido con la causa mapuche.

Cuatro escenas de la identidad chilena

Cuatro carros, empujados a tracción humana por una suerte de esclavos “blancos”-, en los que representaban el cuadro La Fundación de Santiago de Pedro Lira, El Abrazo de Maipú de Pedro Subercaseaux, la muerte de Arturo Prat Chacón en la cubierta de El Huáscar de Thomas Somerscales y La Zamacueca de Martín Antonio Caro, sólo que los personajes eran “interpretados” por migrantes, la mayoría por personas de color, invitaban a una relectura y reinterpretación de esas imágenes.

En La Fundación de Santiago, donde los personajes eran interpretados por personas de color, Erazo además asumió e hizo suya la versión que plantea que Pedro Lira incluyó a Inés de Suárez y no a un dominico (lo que implica que no habría en el cuadro ningún personaje o símbolo cristiano).

El segundo cuadro, El Abrazo de Maipú de Pedro Subercaseaux, estaba interpretado por dos extranjeros (uno de ellos peruano, el otro posiblemente de la misma nacionalidad) montados sobre llamas generaban un particular efecto: parecían más “chilenos” que el O´Higgins y el San Martín de Subercaseaux.

Un Arturo Prat Chacón fornido, abundante pelo negro y crespo, de gruesa barba y de tez negra era la tercera escena, reinterpretación del cuadro de Somerscales.

La Zamacueca, EM (c)

Finalmente La Zamacueca, con personajes de color, hacía pensar en una “música chilena” mucho más mestiza de lo que creemos –y algunos quieren- y más cercana a lo que plantea Luis Le-Bert, de Santiago del Nuevo Extremo.

En forma simultánea, mujeres iban “pintando” los cuadros, poniendo de esta manera en cuestión la mirada masculina que hay de la historia del país y de cada una de estas escenas.

Mujeres cantando cuecas, EM (c)

Al terminar el pasacalles frente al Palacio de La Moneda, cada cuadro cobró vida, un grupo de mujeres de color cantó cuecas –en un momento acompañadas por dos chinchineros-, un niño bailó una cueca, se quemó un mapa de Latinoamérica simbolizando el término de las fronteras que la dividen y algunos de los intérpretes de los personajes se presentaron con sus nombres reales, país de procedencia, sus oficios y años de residencia en el país.

Término del espectáculo, EM (c)

Erazo asumió una propuesta radical pero amable, con un alto contenido político pero no panfletaria, donde las personas que participaron en la puesta en escena fueron fundamentales para generar empatía y, en definitiva, una emotiva aceptación del público que no se cansó de tomar fotos y terminó aplaudiendo en forma entusiasta.

EM (c)

Martín tomó el resguardo de no usar símbolos nacionales (salvo una libre reinterpretación del Escudo Nacional de Chile ubicado en un lugar secundario), en particular banderas que, muchas veces, estimulan nacionalismos torpes, dados al racismo y a actitudes violentas hacia los migrantes.