Aquel día estábamos en transmisión de fútbol, pasadas las 16:00 horas desde el Estadio, cuando el equipo del área deportiva nos reportaba de una columna de humo que se apreciaba desde el sur, a la altura del Camino La Pólvora.

No pasaron muchos minutos cuando interrumpimos la transmisión para confirmar un incendio forestal descontrolado y que por la carga de fuego y las condiciones de tiempo atmosférico, además hacían imposible el trabajo de las operaciones aéreas de la Conaf.

Bomberos reportaba que no tenía acceso para los carros y junto a las brigadas de Conaf, ya no daban abasto para controlar una verdadera pared de llamas que avanzaba como un tsunami de fuego peligrosamente hacia los sectores poblados.

Volvimos al Estadio con la transmisión. No pasó mucho tiempo cuando nuevamente debimos interrumpir, porque la situación ya era insostenible. Las llamas habían sobrepasado el camino La Pólvora, un verdadero cortafuegos de cuatro pistas de circulación que no fue capaz de detener el paso del incendio.

El fuego se alimentaba de oxigeno y vegetación, generaba su propio viento para avanzar y como si fuera una verdadera bestia infernal escupía llamas por todos lados.

La experiencia de haber sido instructor de Bomberos y périto Investigador de incendios forestales, me hicieron entender claramente que la situación ya no podía controlarse tan fácilmente.

Esto se ratificó a minutos después cuando uno de nuestros auditores, del pasaje Juan Fernández cerca de la Ruda Oriente, el sector más alto de Valparaíso, nos llama desesperado y nos cuenta que estaba viendo como el fuego, literalmente, se iba devorando las casas de sus vecinos.

El incendio estaba avanzando con tal rapidez, que en lo que duró la llamada del auditor, ya había quemado otra casa. Asumiendo toda la responsabilidad le dijimos al auditor que colgara, que sacara a toda su familia y evacuara, sin esperar la orden de las autoridades. Había que evacuar, esto era un polvorín. El resto, es historia conocida.

Lo que no saben ustedes es que todo el equipo de prensa de Radio Bío Bío de Valparaíso se fue a la calle, e incluso llegaron refuerzos técnicos: móviles y equipos satélitales, refuerzo humano, y un grupo de los más avezados periodistas desde Radio Bío Bío de Santiago.

Intendencia, puesto de Comando de Incidentes, Onemi, Cuarteles de Bomberos, todos los puntos con cobertura, pero lo mas importante, estuvimos ahí con la gente, con nuestros auditores.

Transmisión en vivo por más de 36 horas seguidas al aire. Coordiné al equipo de prensa y acompañamos tres días a los oyentes sin descansar, y así como nosotros nos transformamos habitualmente en sus interlocutores frente a la autoridades, así mismo, nuestros auditores se transformaron ese día en nuestros ojos en el lugar de la tragedia.

Periodistas y reporteros dormitaban en la medida que podían, algunos acurrucados en los móviles, otros en las escalinatas de la Intendencia, o en su defecto, derechamente en la calle o en los albergues.

Los días posteriores no cambiaron mucho el panorama. Varios de nuestros periodistas se quedaron no sólo acompañando desde las transmisiones radiales a los damnificados, como un joven recién egresado que había terminado hacía sólo unos meses su práctica con nosotros, llegó a ponerse a disposición de esta jefatura de prensa, demostrando una verdadera vocación de servicio, mas allá de lo profesional, tomó un micrófono, una grabadora, un teléfono y con bototos y mochila lo vi bajar corriendo la escala de la radio.

Se fue literalmente a la punta del cerro y no porque lo hubiésemos mandado, lo hizo por decisión propia. Así como tantos jóvenes llegaron de voluntarios a remover escombros, otros tantos como él, aportaron con su voluntariedad desde la tribuna de las comunicaciones.

No lo volví a ver hasta una semana después que compartió y vivió en carne propia el estar sin luz, sin agua, sin comida, como me lo confesó en algún momento con sus ojos llenos de lágrimas, “fue lo más cercano a estar en una zona de guerra después de un bombardeo”.

Mas allá de los más de 12 mil damnificados, de las más de 3 mil casas destruidas, e incluso más allá de las víctimas fatales que dejó esta tragedia y mas allá de las cientos y miles de historias que se vivieron aquellos días, el incendio de Valparaíso marcó un antes y un después en la historia moderna del puerto, quizás sólo comparable con el terremoto de 1906.

Valparaíso no será el mismo después del incendio, pero no por la tragedia material o humana, ni por lo dantesco de las llamas, sino por otros factores:

¿Sabe por qué hay un antes y un después? Porque las tragedias sacan y muestran lo mejor de la gente, como la solidaridad. Pero también se puede ver lo peor de la sociedad.

El antes y el después del incendio se marca por los que saquearon, por los falsos damnificados, por los que se aprovecharon de las cámaras, porque era vergonzoso ver como todas las autoridades nacionales llegaban con un séquito de asesores corriendo por los cerros con pendones y lienzos buscando el mejor angulo de la tragedia, para “mostrar” y lucir a sus jefes.

A dos años de ocurrido el incendio, la Fiscalía anunció que se cierra la investigación sin responsables directos, es decir no hay personas responsables porque la hipótesis mas fuerte del origen del siniestro, es que unas aves que se electrocutaron. Incluso esta tesis, tampoco está al 100% confirmada.

En Radio Bío Bío de Valparaíso entrevistamos a un experto en Incendios, José Miguel de Pablos, agente forestal en España y uno de los más destacados peritos en esta materia en Europa.

Era perfectamente posible que aves electrocutadas cayeran al suelo incendiadas, más aún si bajo el tendido no hay limpieza adecuada, si no hay cortafuegos adecuados y si los cables no están protegidos. En España esto es recurrente no sólo con aves, también con ardillas u otros roedores nos decía De Pablos.

Quizás desde el punto de vista jurisprudencial dejar la investigación hasta aquí, sin que se pueda ver un poco mas allá al menos para tranquilidad de las victimas o pedir que se busquen otras responsabilidades, puede marcar un mal precedente.

Porque cuando ocurra algo similar, bajo los tendidos eléctricos en cualquier terreno de cualquier ciudad de Chile, cuando otras aves o roedores se enreden en cables sin protección, se electrocuten y caigan sobre el pasto seco que no limpio un particular o una empresa, y se quemen una o 3 mil casas, lamentablemente, otra vez, como tantas veces en nuestro país, no habrá responsables.