Este relato fue publicado originalmente en el sitio web de la Décima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago por el voluntario Marcial Jara Vega, tras el incendio que se registró hace algunos días en San Diego.

Nunca he sido bueno para escribir lo que siento o pienso sobre algún tema específico, sin embargo haré una excepción, ya que tengo una deuda considerable de publicar anécdotas y situaciones que he vivido en mi escueta vida bomberil, donde mis errores y aciertos en estos casi ocho años han curtido mi enseñanza, y muchas veces he reflexionado al respecto conciliando finalmente “voy a escribir esto”, pero finalmente no he sido capaz de plasmar en letras aquellas situaciones.

Corría el día 22 de febrero del presente año, a las 14:09 somos despachados a San Diego esquina Santiago, acabábamos de regresar al cuartel después de un rescate (donde resultó lesionada la hermana de un ex bombero de la compañía), salimos en la máquina tres bomberos, Elio Montuschi a cargo, Javier Santana (natural de Islas Canarias, España, ex miembro de la Guardia Civil), y el tercer integrante de la tripulación, quien escribe estas palabras.

Próximos al lugar notamos la probable gran envergadura de la emergencia, acompañado de informaciones dadas por la central de alarmas que indicaban fuego en fábrica de plásticos, y una considerable emanación de humo, pero no correspondía adelantarse a la situación, hasta estar posicionados en el lugar.

Ahí encontramos ese humo oscuro, muy común en la combustión de plásticos, sin embargo, el único foco de fuego se encontraba al fondo de la estructura, donde comenzamos a atacar.

Pasados unos segundos del comienzo de labores, empieza la combustión de los gases calientes y acumulados en el segundo piso del lugar siniestrado, lugar al cual aún no teníamos acceso, lo sorprendente es que la combustión fue tan rápida y agresiva que Javier Santana quedó momentáneamente atrapado por el fuego, e inaccesible para los demás bomberos que nos encontrábamos ahí…

Este es el momento donde pudo venir la desgracia, a pesar de utilizar uniformes ignífugos, equipos ERA, carros correctamente equipados, preparación profesional y otros valores que nos preparan para emergencias, Santana se encontraba aislado, con una línea de agua que pronto se agotaría y sin saber que ocurría a su espalda, ya que a pesar de intentarlo en varias ocasiones no pude llegar a él aunque sabía perfectamente su ubicación a escasos siete a diez metros de la puerta principal.

Creo que es una de las situaciones más difíciles que he vivido… lo llamaba por radio, le gritaba con todo lo que tenía, arrastraba las mangueras, para hacerle saber que debía salir inmediatamente de ahí, pero no había respuesta, esos instantes, quizá esos “solo” segundos eran interminables, como podía llegar a perder un hombre a mi cargo en ese sector, un amigo, un hermano, alguien que no dudaría en arriesgarse por sacarme del infierno, como podía llegar a fallarle… estando tan cerca y a la misma vez tan lejos.

En ese momento pasó toda la vida de Santana por mi cabeza, cuando llegó a la compañía, las veces que ha compartido con nosotros en asados y otras actividades como cuando nos juntamos todos en el cuartel viendo televisión solo esperando estar listos para la siguiente emergencia. Cómo actuar cuando cualquiera de esos hermanos con quienes compartimos buenos y malos momentos, nuestras historias, los problemas en la universidad, en el trabajo, con nuestras pololas, pensar que incluso los más jóvenes, cuando el dinero escaseaba, siempre nos apoyamos, armábamos almuerzos improvisados con el aporte de todos, algunos más otros menos, pero todos somos iguales, no hay edad, no hay religión, no hay partidos políticos ni equipos de fútbol que separen nuestro compañerismo, nuestra hermandad.

Pero cuando comenzaba a preparar la segunda estrategia para sacar a Santana del infierno (lo cual me tomaría unos minutos imprescindibles), Santana aparece entre el humo y las llamas, ileso y sin complicaciones, más tarde me comentaría que con el ruido del lugar, no me escuchaba hasta estar ya saliendo, pero cuando sintió que la manguera daba tirones constantes entendió que algo extraño estaba pasando, y al salir observó que la vía de ingreso y salida principal que utilizamos estaba rodeada por las llamas.

Los lectores (bomberos o no) que vean esto podrán juzgarme y probablemente dirán: ¿por qué arriesgarse tanto?, ¿por qué no atacar solo desde fuera?

Y responder eso es difícil, espero entiendan que estoy en completo desacuerdo con perder la vida por bienes materiales, pero no podemos hacer vista gorda en que esos bienes materiales son las posesiones más valiosas de civiles que no tienen herramientas para defenderse del fuego como nosotros, lo que para nosotros son solamente plásticos y maderas ardiendo, son para esas personas la fuente de ingresos de su hogar, sus recursos, los ahorros de toda su vida, y en ocasiones es hasta su vida la que está en juego.

Nuestra misión es proteger a esas personas, nos preparamos para ello, estudiamos, escuchamos, aprendemos, y vivimos en esa frontera donde nuestros objetivos nos llevan a lugares inhóspitos y desconocidos para la mayoría de la sociedad (y prefiero que así sea).

En fin, eso es lo que quería comentar, quiero que observen esa impotencia que me embargó, y aunque por escaso tiempo, parecía interminable.

Ahora bien, para los lectores que se manejan en estos temas, antes de imprimir opiniones y verter críticas, ya sean constructivas o no, les pido que también reflexionen, nosotros no llegamos y entramos a cualquier lugar sin medir riesgos, en esta oportunidad por ejemplo existían espacios vitales donde el fuego demoraría en llegar a escasos metros de Santana quien tenía claro esas ubicaciones, y salidas alternativas, pero requerían forzar accesos, y eran parte de la estrategia secundaria para acceder al lugar del incendio, por lo tanto si Santana no hubiese salido de inmediato.

Teníamos altas posibilidades de sacarlo por otro acceso donde solo necesitábamos reventar dos candados, y considerando su reserva de aire al minuto de que el primer acceso fuera bloqueado, nos quedaba un margen mínimo de unos 15 minutos antes de que la situación fuera realmente riesgosa.

Pd.: se nos quemó una manguera de 52mm, lo siento, pero no podía arriesgar a nadie para sacarla después que se enganchó en alguna parte.

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