Konstantìn Chudovsky dirige a la Filarmònica de Santiago en el Requiem de Verdi

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En el primer concierto del año el maestro ruso Konstantin Chudovsky estará al frente de la Filarmónica de Santiago con los solistas Marina Costa Jackson, Anastasia Bibicheva, Enrique Folger y Alexey Tikhomirov

En el primer concierto de la Temporada 2016 del Teatro Municipal de Santiago, el maestro ruso Konstantin Chudovsky estará al frente de la Filarmónica de Santiago, de la cual es titular, en el esperado Réquiem de Verdi con los solistas Marina Costa Jackson, (soprano estadounidense), Anastasia Bibicheva (mezzosoprano rusa), Enrique Folger (tenor argentino) y Alexey Tikhomirov (bajo ruso), los dìas 9, 10 y 12 de marzo a las 19:00 horas.

La estructura de un Requiem

A lo largo de la historia muchos compositores han concebido su obra como un Réquiem, es decir, como una Misa para Difuntos.Esta composición musical sacra es más extensa que otras misas y consta de una estructura determinada, componiéndose de un Introito, Kyrie, Gradual y Tracto, Secuencia (Dies Irae), Ofertorio, Sanctus, Agnus déi y Comunión. Sin embargo, hacia el siglo XIX este tipo de creaciones comienza a perder relación con su origen litúrgico, y es así como los dos Réquiems que se presentan en la Temporada de Conciertos 2016 de la Filarmònica de Santiago, escapan a la versión tradicional.

En el caso de Verdi –quien concibió en un principio su Réquiem como un homenaje a Rossini, para terminar dedicándolo al gran novelista italiano Alessandro Manzoni– su obra fue pensada como un acto público y simbólico, más que como parte de la liturgia tradicional. El compositor también se alejó de lo aceptado dentro del rito fúnebre católico al incorporar en el coro a mujeres, las que debieron cantar con un velo que les cubriera la cara.

Además, a diferencia de antecesores como Mozart o Berlioz, Verdi dejó de lado la estructura eminentemente coral y otorgó secciones individuales a solistas, transformando su composición en una cantata u oratorio, y, por lo mismo, en algo mucho más cercano a la ópera. En esta misa, son las voces las que narran la historia. Asì, mediante los solistas y el coro, es posible diferenciar cada uno de las secciones del Réquiem. De este modo se puede apreciar con claridad las diferencias entre el llamado al descanso al Réquiem, por parte del coro, en contraste con las proclamaciones tenebrosas de Kyrie eleison (señor ten piedad), de los solistas.

Con gran éxito la obra fue estrenada en 1874, a un año del aniversario de la muerte de Manzoni, y fue calificada inmediatamente como una obra maestra. No obstante, produjo gran rechazo en el clero, lo que derivó en la recuperación del canto gregoriano: en 1903 el Papa Pio X, mediante un Motu Proprio, declararía que el canto gregoriano y la polifonía renacentista eran preferibles para el culto católico antes que el estilo operático italiano. En consecuencia, el compositor transformó no solo la escena lírica italiana, sino también la música sacra.

Si el Réquiem de Verdi destaca por su carácter operístico y su dramatismo, el de Gabriel Fauré resulta sublime, en cambio, por su intimismo.

Este músico francés –cuyo Réquiem se transformó en su obra más famosa y en una de las piezas de este tipo más conocida–no adscribía a ningún credo, de hecho su hijo lo calificaba como un escéptico. Sin embargo, el compositor estuvo familiarizado con la música sacra a lo largo de su carrera, pues se desempeñó como organista y profesor de coros en numerosas iglesias de París. Su obra es parte de su extensa reflexión acerca de la muerte y la espiritualidad, marcada por el fallecimiento de sus padres, además del enfrentamiento a uno de los temas fundamentales de la música religiosa: la muerte.

La concepción del compositor sobre el paso a la otra vida se alejaba, asimismo, de la visión católica del juicio final y el castigo, ya que no quería ver en la muerte el peso del arrepentimiento. De ahí que su Réquiem logre recrear un ambiente pacífico y de calma, en contraposición con la naturaleza sombría de otros réquiems. Un ejemplo de ello es que Fauré decidió omitir la parte del Dies Irae –que significa El día de la ira–, el número más opulento y grandioso de las creaciones de esta forma, e incluyó el In paradisum, una de las secciones más gloriosas y conmovedores de su obra.

Al no adscribir al programa tradicional de este tipo de creaciones, el Réquiem de Fauré fue tildado de poco serio, pero como declaró el mismo autor sobre su obra: “Se ha tachado de canción de cuna de muerte, pero es así como yo percibo la muerte: como una liberación alegre, una aspiración a la felicidad del más allá, en vez de una experiencia dolorosa”, lo que, definitivamente, se refleja en la música que nos lleva a pensar en la muerte con tranquilidad y sin miedo.

Las entradas ya están a la venta.

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En el primer concierto del año el maestro ruso Konstantin Chudovsky estará al frente de la Filarmónica de Santiago con los solistas Marina Costa Jackson, Anastasia Bibicheva, Enrique Folger y Alexey Tikhomirov

En el primer concierto de la Temporada 2016 del Teatro Municipal de Santiago, el maestro ruso Konstantin Chudovsky estará al frente de la Filarmónica de Santiago, de la cual es titular, en el esperado Réquiem de Verdi con los solistas Marina Costa Jackson, (soprano estadounidense), Anastasia Bibicheva (mezzosoprano rusa), Enrique Folger (tenor argentino) y Alexey Tikhomirov (bajo ruso), los dìas 9, 10 y 12 de marzo a las 19:00 horas.

La estructura de un Requiem

A lo largo de la historia muchos compositores han concebido su obra como un Réquiem, es decir, como una Misa para Difuntos.Esta composición musical sacra es más extensa que otras misas y consta de una estructura determinada, componiéndose de un Introito, Kyrie, Gradual y Tracto, Secuencia (Dies Irae), Ofertorio, Sanctus, Agnus déi y Comunión. Sin embargo, hacia el siglo XIX este tipo de creaciones comienza a perder relación con su origen litúrgico, y es así como los dos Réquiems que se presentan en la Temporada de Conciertos 2016 de la Filarmònica de Santiago, escapan a la versión tradicional.

En el caso de Verdi –quien concibió en un principio su Réquiem como un homenaje a Rossini, para terminar dedicándolo al gran novelista italiano Alessandro Manzoni– su obra fue pensada como un acto público y simbólico, más que como parte de la liturgia tradicional. El compositor también se alejó de lo aceptado dentro del rito fúnebre católico al incorporar en el coro a mujeres, las que debieron cantar con un velo que les cubriera la cara.

Además, a diferencia de antecesores como Mozart o Berlioz, Verdi dejó de lado la estructura eminentemente coral y otorgó secciones individuales a solistas, transformando su composición en una cantata u oratorio, y, por lo mismo, en algo mucho más cercano a la ópera. En esta misa, son las voces las que narran la historia. Asì, mediante los solistas y el coro, es posible diferenciar cada uno de las secciones del Réquiem. De este modo se puede apreciar con claridad las diferencias entre el llamado al descanso al Réquiem, por parte del coro, en contraste con las proclamaciones tenebrosas de Kyrie eleison (señor ten piedad), de los solistas.

Con gran éxito la obra fue estrenada en 1874, a un año del aniversario de la muerte de Manzoni, y fue calificada inmediatamente como una obra maestra. No obstante, produjo gran rechazo en el clero, lo que derivó en la recuperación del canto gregoriano: en 1903 el Papa Pio X, mediante un Motu Proprio, declararía que el canto gregoriano y la polifonía renacentista eran preferibles para el culto católico antes que el estilo operático italiano. En consecuencia, el compositor transformó no solo la escena lírica italiana, sino también la música sacra.

Si el Réquiem de Verdi destaca por su carácter operístico y su dramatismo, el de Gabriel Fauré resulta sublime, en cambio, por su intimismo.

Este músico francés –cuyo Réquiem se transformó en su obra más famosa y en una de las piezas de este tipo más conocida–no adscribía a ningún credo, de hecho su hijo lo calificaba como un escéptico. Sin embargo, el compositor estuvo familiarizado con la música sacra a lo largo de su carrera, pues se desempeñó como organista y profesor de coros en numerosas iglesias de París. Su obra es parte de su extensa reflexión acerca de la muerte y la espiritualidad, marcada por el fallecimiento de sus padres, además del enfrentamiento a uno de los temas fundamentales de la música religiosa: la muerte.

La concepción del compositor sobre el paso a la otra vida se alejaba, asimismo, de la visión católica del juicio final y el castigo, ya que no quería ver en la muerte el peso del arrepentimiento. De ahí que su Réquiem logre recrear un ambiente pacífico y de calma, en contraposición con la naturaleza sombría de otros réquiems. Un ejemplo de ello es que Fauré decidió omitir la parte del Dies Irae –que significa El día de la ira–, el número más opulento y grandioso de las creaciones de esta forma, e incluyó el In paradisum, una de las secciones más gloriosas y conmovedores de su obra.

Al no adscribir al programa tradicional de este tipo de creaciones, el Réquiem de Fauré fue tildado de poco serio, pero como declaró el mismo autor sobre su obra: “Se ha tachado de canción de cuna de muerte, pero es así como yo percibo la muerte: como una liberación alegre, una aspiración a la felicidad del más allá, en vez de una experiencia dolorosa”, lo que, definitivamente, se refleja en la música que nos lleva a pensar en la muerte con tranquilidad y sin miedo.

Las entradas ya están a la venta.