Comienza el año del mono según el calendario lunar chino, pero Hong Kong intenta limitar los primates en aras de la paz con los seres humanos.

Los turistas y habitantes disfrutan con los monos que viven en las colinas de la antigua colonia británica. El problema es que algunos son unos descarados. En los medios de comunicación abundan las anécdotas, como el caso de unos que “ocuparon” el patio de una escuela y robaron la comida de los niños.

En 2007, el gobierno hongkonés lanzó un programa de control de la población de primates con operaciones quirúrgicas de esterilización.

“El objetivo último es reducir los conflictos entre los animales y los seres humanos”, explica Paolo Martelli, veterinario y especialista en monos que participa en este programa.

El número de monos disminuye. Los senderistas que recorren la jungla no se ponen de acuerdo sobre si son un valor añadido en el paisaje.

“Si no les damos de comer, nos acosan”, protesta Easter Liu, de 56 años, en la ruta de Kam Sham, una zona del norte de Hong Kong conocida como “la montaña de los monos”.

Los primates saltan de árbol en árbol, sin temer a los hombres.

“Creo que los monos se multiplican demasiado rápido, más rápido que la población de Hong Kong, me siento amenazada”, reconoce Liu, una vendedora a la que un día uno de ellos le robó un helado.

Tony Tsang, un arquitecto de 44 años, vivió una experiencia parecida. Un mono lo atacó para llevarse sus patatas fritas y sus fideos instantáneos. “Mi primera impresión fue que eran simpáticos. Pero en cuanto escucharon el ruido de las bolsas de comida, se volvieron bravos. Fue más bien aterrador”, contó a la AFP.

Otros consideran que estos animales forman parte de la herencia de Hong Kong. Los expertos responsabilizan de su comportamiento a los humanos que les dan de comer pese a la expresa prohibición de las autoridades.

Ejemplares cada vez más agresivos

El contacto con los humanos aumentó la agresividad de los monos y el índice de supervivencia de los ejemplares más jóvenes sube por la multiplicación de las fuentes de comida.

“Cuando era niño venía aquí para ver a los macacos… Es especial”, cuenta Patrick Lau, un conservador de museo de 40 años que vino de Kam Shan con sus dos hijos. “No es lo mismo que ver a los animales en el zoológico. Se puede interactuar con ellos”.

Los últimos especímenes de macacos rhesus autóctonos de Hong Kong fueron vistos en los años 1950.

Los primates que habitan esta ciudad de siete millones de habitantes son descendientes de los monos importados en 1910 para que se comieran ciertos vegetales de la zona que eran tóxicos para los humanos. Se desconoce de dónde provenían.

Las poblaciones actuales se componen esencialmente de macacos rhesus, de macacos de cola larga y de híbridos. Se estima que hay unos 2.000, frente a 2.400 en 2009.

Dos veces por mes, los veterinarios acuden a la jungla para esterilizar a los monos varones y hembras. Los atraen con comida a las jaulas, los anestesian, los operan y luego los sueltan. Los defensores de los animales no dicen gran cosa al respecto.

“La realidad es que es un problema provocado por el hombre. Pero si la sociedad se niega a resolverlo, esterilizar a los animales salvajes que no tienen a dónde ir es un mal menor”, comenta Jason Baker, vicepresidente de la asociación Peta.

Desde 1999 se prohíbe alimentar a los monos. Las autoridades plantaron 200.000 árboles frutales en el comienzo de los años 2000 para intentar cambiar sus hábitos.