La localización de los objetos de una habitación o los actos que repetimos cada día de camino al trabajo son parte de los recuerdos que almacenamos en nuestro cerebro. Un nuevo estudio explica el modo en el que pueden condicionarnos sin que nos percatemos de ello.
Hace ya tiempo, los científicos descubrieron que existen varios tipos de recuerdos que implican a distintas áreas del cerebro. Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Nueva York ha analizado cómo se ve impulsada la atención por el material que custodia nuestro órgano pensante.
“Tenemos múltiples sistemas de memoria, asociados a distintas regiones cerebrales, que nos ayudan a aprender y recordar los diferentes tipos de información”, explica a Sinc Elizabeth Goldfarb, investigadora en el Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York y autora principal del estudio. “Por ejemplo, la memoria para los patrones espaciales implica al hipocampo, mientras que la de los hábitos tiene su núcleo en el cuerpo estriado”, concreta la autora.
Distintas memorias
Según los responsables del trabajo, entre los distintos tipos de recuerdos se encuentran los episódicos y los habituales o ‘rígidos’. Los primeros surgen de la recolección de los detalles contextuales, como el diseño y la ubicación de los objetos en una habitación que nos es familiar.
Los recuerdos habituales aparecen con frecuencia en la vida cotidiana como un reflejo natural: si alguien da un giro a la derecha en una señal de stop de camino al trabajo todos los días, tenderá a hacerlo igualmente, de manera mecánica, cuando no vaya a trabajar .
“Estos diferentes tipos de memorias pueden influir en las cosas en que nos fijamos. Si alguien busca sus llaves, le será más fácil encontrarlas en una habitación de su casa, que es un espacio que conoce y cuyos detalles están almacenados en forma de recuerdos episódicos”, explica Goldfarb.
“La novedad es que también se pueden utilizar los recuerdos habituales o ‘rígidos’ para guiar la atención”, puntualiza.
Ejercicios de atención
Los investigadores realizaron una serie de experimentos en los que los recuerdos, tanto episódicos como habituales, podrían condicionar la atención. Durante estas tareas, se observó la actividad cerebral de los participantes utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI).
Los investigadores realizaron experimentos en los que los recuerdos, tanto episódicos como habituales, podrían condicionar la atención
En una de las pruebas los sujetos del estudio tenían que buscar en una pantalla de ordenador un objetivo –una “T” girada– mezclado entre otros elementos visuales de distracción. Cuando lo localizaban debían pulsar un botón indicando la dirección de la “T”.
Los participantes no sabían que algunas de las pantallas se repetían. Sin embargo, de manera inconsciente, utilizaron su memoria para ese contexto familiar y su hipocampo se activó.
En un segundo test, los científicos los pusieron a prueba con un mecanismo de estímulo-respuesta destinado a activar los procesos de creación de recuerdos habituales. Aquí, las formas en la pantalla (la “T” y los objetos visuales de distracción) se presentaron en un color diferente. Este color servía como estímulo, de forma análoga a la señal de stop de camino al trabajo. Con el tiempo, los sujetos aprendieron que cuando veían este color debían buscar la “T” en una parte concreta de la pantalla. En este caso, era el cuerpo estriado el que se activaba.
“A pesar de que los sujetos no sabían que estaban formando estos recuerdos, el hecho de que realizaran mejor los ejercicios cuando las claves contextuales y habituales estaban presentes nos muestra que su atención se vio impulsada por su memoria”, concluye Goldfarb.