En Afganistán la violencia es un fenómeno diario. Es tan común que los afganos se han acostumbrado a convivir entre bombas, atentados, disparos y decapitaciones.
De hecho, las cifras de violencia en el país son elocuentes. Según la ONU, después de los problemas de salud derivados de la deficiente asistencia médica -y el machismo que impide a las mujeres obtenerla en algunas zonas rurales- la guerra es la siguiente causa de muerte más común, un una nación donde la esperanza de vida no supera los 60 años.
Pero en ocasiones, para salir de las frías estadísticas y del adormecimiento que nos producen estos eventos diarios, necesitamos aterrizar en las tragedias personales y familiares. Tragedias como la de Baynazar Mohammad Nazar, un padre de 43 años que encontró una horrible muerte tras salir a buscar algo de comida para sus hijos.
Advertimos que el siguiente testimonio contiene imágenes explícitas.
Aunque ocurrió el 3 de octubre de este año, recién en diciembre comenzaron a difundirse detalles sobre la investigación del bombardeo erróneo que realizó la Fuerza Aérea de Estados Unidos sobre un hospital de Médicos Sin Fronteras, donde murieron 30 profesionales de la salud y pacientes.
Y entre ellos, destaca el caso de Baynazar Mohammad Nazar, el nochero de una pequeña tienda de joyería que vivía en la castigada ciudad de Kunduz, junto a su esposa y sus 4 hijos.
Dos días antes del bombardeo, Baynazar había salido a comprar pan para su familia cuando repentinamente se vio en medio de un enfrentamiento armado entre fuerzas gubernamentales y de guerrilleros Talibanes. Recibió un disparo en la pierna que lo obligó a ser trasladado al Hospital Traumatológico de la ciudad, atendido por la ONG Médicos Sin Fronteras.
Cuando el avión AC-130 dejó caer su carga mortal sobre el centro, el hombre se encontraba anestesiado en el quirófano mientras era atendido para extraer la bala y componer su pierna. Nunca despertaría. Los escombros cayeron sobre él decapitándolo y dejando su cadáver expuesto durante 4 días sobre la mesa de operaciones, como símbolo de la insanía que se vive en el país de Medio Oriente.
No sería el único. Otras imágenes tras la investigación ordenada por el Departamento de Estados de Estados Unidos revelaron cadáveres de pacientes arrastrándose mientras eran carbonizados por el fuego, en habitaciones que prácticamente se derritieron por acción de las bombas.
La publicación Foreign Policy cita un reporte del 25 de noviembre del gobierno estadounidense, el cual calificó la acción como un “trágico pero evitable accidente”, cuyas causas fueron errores técnicos y humanos.
Euro Mundo Global (EMG) destaca que al día siguiente del bombardeo, Najibah, la esposa de Baynazar, fue hasta el recinto asistencial para saber del estado de su marido. No alcanzó a llegar. A mitad de camino, otra mujer le contó que no había nadie en el hospital. Que había sufrido un bombardeo y todo estaba destruido.
Una semana más tarde, el fotoperiodista Andrew Quilty logró llegar hasta el devastado hospital para retratar la crudeza del ataque. Hoy, sus imágenes son la mejor muestra de que en Afganistán la gente debe vivir sabiendo que cada día puede ser el último.