La personas tatuadas deben lidiar con múltiples prejuicios por su apariencia, viéndose perjudicadas muchas veces tanto en el plano laboral como social, pues suelen ser asociados a un estilo de vida irresponsable, irrespetuoso y alocado.

Lo cierto es que quienes deciden tatuarse en realidad no son nada distintos al resto de los mortales que no han pintado su cuerpo. Un tatuado puede ser de cualquier género, edad, profesión, condición social, nivel intelectual y educacional, peso, estatura o contextura física, etc.

Así lo quiso mostrar el fotógrafo británico Alan Powdrill, quien llevó a cabo el proyecto fotográfico Covered, donde cubre y desnuda a una serie de personas con tatuajes de grandes proporciones y muy diferentes entre sí.

De hecho, muchos de ellos tienen su cuerpo casi completamente marcado, pero pasan desapercibidos con sus atuendos habituales.

En esta serie, Powdrill incluye personas con diversas historias de arte corporal. Mientras algunos llevan años tatuándose, otros empezaron en la madurez.

Por ejemplo, Graham, de 58 años, comenzó con esto a los 51. “Mi padre ya estaba muerto y mi madre no dijo nada, ya que empezaba a sufrir demencia”, indicó.

Otra de las participantes, Lilliana, de 23, se refirió al típico cuestionamiento que hacen algunos de que podría arrepentirse en el futuro. “No creo que cambie de opinión sobre mis tatuajes, dudo que lo lamente a pesar de mi edad”, comentó.

En tanto, Dave, de 66, contó que empezó a tatuarse cuando tenía apenas 14 años. “Y no creo que pare nunca”, señaló

Victoria, de 37, por su parte, dijo que ama sus dibujos. “Mis tatuajes son parte de quien soy, y siempre me gustarán, ahora y cuando tenga 80 años. De eso trata el amor por mi apariencia”, aseguró.

Para Alex, de 49, tatuarse fue toda una aventura porque su familia siempre se lo prohibió. “Mi madre no estaba muy contenta con la golondrina que me hice en la mano, así que le dije que no era como si estuviera en la calle metiéndome heroína”, manifestó.

Bill, de 59, dijo que para él su cuerpo tatuado es casi una ironía. “Me encanta el hecho de ser una persona madura, tener un trabajo serio, estar rodeado de gente decente y tener en el pecho puesto No Fucking Way”, indicó.

Y así muchos son las historia que Alan recogió en su proyecto que definitivamente muestra que no se requiere un estilo de vida en particular para amar los tatuajes.

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Las apariencias engañan

En mayo pasado un proyecto similar también tuvo gran acogida por el público. Oscar Quetglas, diseñador gráfico y fotógrafo español desarrolló un proyecto llamado “Las apariencias engañan“, en el cual retrató a personas con ropa que cubría sus tatuajes, y luego otra donde los muestran.

A través de su cuenta de Facebook Quetglas, señaló que su objetivo era “tratar de concienciar, de un modo gráfico, que llevar tatuajes no te hace menos profesional, mostrando gente tatuada en profesiones de diversa índole, y desde luego tampoco peor persona”.