El texto que a continuación les dejamos pertenece a Felipe Mella, estudiante de Trabajo Social de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. La columna fue publicada originalmente en el Facebook de Mella y fue difundida más tarde por el sitio web Loserpower.org.

Felipe aclaró a BioBioChile que la historia relatada a continuación fue escrita hace dos semanas y es en gran parte…ficción.

La verdad no soy mucho de escribir las cosas que me pasan en Internet. Soy una persona muy íntima y creo que las cosas increíbles que nos pasan día a día son una forma de construirnos a nosotros mismos introspectiva-mente y no por eso vamos a hacer gala de cosas por esta red social.

Sin embargo, tengo un compromiso moral con todas las personas que se preocuparon por mí, que me enviaron mensajes, correos electrónicos, fax y cartas a mi casa que aún no tengo. Gracias amigos por la preocupación. Espero que mi relato a continuación aclare los confusos hechos que se dieron hoy, un miércoles de septiembre de 2015.

A eso de las 08:00 AM me dispuse a tomar la locomoción colectiva, en este caso una de las famosas y justificadamente mal afamadas Coronel-Lota, en el paradero frente al Unimarc de Lomas Coloradas. Me subí a la micro, sólo para darme cuenta que el chofer estaba insultando y agrediendo verbalmente a un hombre de la tercera edad, con el cabello cano. Lo que pude traducir del coa utilizado por el chofer eran básicamente insultos a la madre del anciano, que probablemente ni siquiera esté viva. Insultos como “renacuajo conchadetumadre”, “marsupial culiao”, “dejame manejar tranquilo viejo de mierda, no tengo tus dos lucas”. Lejos de sorprenderme, le pagué al chofer, y pasé al pasillo del bus.

Un par de paraderos más adelante una mujer liberó un asiento, así que no me importó la presencia de embarazadas en el bus, me senté con total hipocresía. A mi lado, iba sentado un hombre de unos 25 años, moreno, con un parche en el ojo. Un hombre con gran sentido de la justicia. Iba grabando con su celular cada uno de los insultos que el chofer escupía sobre la dignidad del anciano, sobre su madre, sobre sus dos lucas que había perdido en las manos de un pastabasero sin escrúpulos.

Siguiendo en mi cómoda hipocresía, no tomé atención, me puse los audífonos y miré por la ventana. Lo que yo no sabía era que en el interior de mi acompañante crecía una ira ciega, una sensación de que estaba en él la responsabilidad de la justicia sobre aquel vehículo de la muerte.

Pasada la Vega Monumental, mi compañero de viaje se levanta, toca el timbre. El chofer para, abre la puerta delantera. El pasajero se para frente a la puerta y se detiene, casi como tomando la decisión de su vida, da media vuelta, acerca su cara a la oreja del chofer y le espetó sin reparos un soberbio “Devuélvele las dos lucas al caballero, ladrón reculiao”. El chofer, sorprendido totalmente, tartamudeando incluso, comenzó su verborrea de insultos, uno tras otro como una metralla, una metralla que no lograba herir a nuestro héroe, que seguía firme exigiendo una respuesta.

Incrédulo yo también, me quité los audífonos, para escuchar. Lo que escuche básicamente consistía en “akjgasjkra conchetumare jakfjadfkd hijo puta aksfajsfaks no tengo dos lucas ajksfasjfkgadja warisapo culiao jkfdsjk”.

Nuestro héroe, sin embargo, llevó su mano al bolsillo y cual revolver, apuntó la cámara de su teléfono al chofer y le dijo “ladra conchetumare, te tengo grabado. Es más, te voy a seguir grabando, para las redes sociales”. Fue ahí donde el chofer, totalmente fuera de sí, cierra las puertas del bus y acelera el bus a lo máximo posible.

Se desató el caos. Llanto de bebés. Grito de ancianas. Estudiantes vociferando llegar atrasados a clases. Mella riendo a carcajadas.

Pero nuestro héroe seguía ahí, inmaculado, inmortalizando a su enemigo, el chofer.

Después de avanzar unos cuantos metros, se agota la paciencia del chofer, quien lanza un manotazo al joven pasajero, haciendo que por un breve momento la micro se descontrole.

Gritos, gritos desesperados: “¡¡¡DÉJENOS SALIR!!!” “NOS QUEREMOS BAJAR” “CHOFER CONCHETUMARE NOS QUEREMOS BAJAR”

De pronto el chofer se incorpora y con una cadena en mano, lanza un ataque perfecto contra nuestro pasajero cazanoticias, quien por suerte y a pesar de que le faltaba el ojo izquierdo, logra esquivar dando un salto hacia atrás. El chofer lanza otro cadenazo sin acertar a su objetivo, sin embargo le atina a una anciana en plena cara, quien quedo sangrando de la nariz y la boca.

El joven le grita, “te estoy grabando que me amenazas con una cadena, esto va pa la yuta, viejo culiaoooooooooooooo”.

Chofer grita “no soy culiaoooo, llamaré yo a los pacos, te voy a cagarrrrr, y a vo tambien viejo culiao!” señalando al anciano a quien le robó dos mil pesos.

Los verdes no tardaron en llegar y junto a la micro pasaron a una calle aledaña a 21 de mayo, donde pararon los motores y se bajaron a solucionar los problemas. Cinco segundos, cinco segundos y se empezaron a escuchar los insultos del chofer, con la misma prepotencia de antes, no le importaba nada, ni los pacos, ni la cadena, ni el anciano, ni las viejas lloronas.

Chofer corre, sube a la micro, la enciende y grita “¡¡¡¡¡JUNTEN AGUAAA PERRAS CULIASSSSSS!!!!!” Acelera y se presta a entrar en el corazón de Concepción. Yo atónito, seguía en mi lugar, preguntándome qué tan lejos podía llegar.

La persecución no se hizo esperar, las patrullas venían atrás del bus, los altavoces rezaban: “Detenga el vehículo por favor”.

“Soy TORETTO CONCHETUMARE”, gritó el chofer, acelerando.

Al verse rodeado y sin salida, se incorporó rápidamente y me dijo: “De verdad soy Toretto wn, no me van a atrapar, voy a saltar”.

Yo respondí: “No te pareces a Toretto pero creo que debes saltar amigo”. Con el bus en marcha, el Chofer se camina hacia la puerta de la micro, me mira por un segundo con lágrimas saliendo de sus ojos y salta gritando: “SOOOY TORETTOOOO”.

Esas fueron las últimas palabras. Al caer fue arrollado por una patrulla de carabineros, quitándole la vida instantáneamente.

Al bajarme de la micro, en Paicaví con Carrera vi el resto de lo que fue el malogrado Toretto, regado en todo el pavimento. Las dos lucas fueron encontradas en sus restos.

Me bajé en Paicaví con Carrera así que había logrado el recorrido, casi, casi con total normalidad.

Fin.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile