Mientras la resaca de la Copa América terminaba en la televisión abierta con otro de los tantos y repetidos reportajes de cómo sobrevivir al triunfo de la selección, los y las chilenas se preparaban para seguir con la programación nacional. De vuelta a la pantalla el cuestionado show de Chilevisión, Manos al Fuego, se preparaba para comenzar a mostrarle al país cómo fallan los contratos de fidelidad en las parejas.

El programa se basa prácticamente en parejas que se someten a pruebas sin saberlo para demostrar si son o no “fieles”. Son cinco las pruebas que deben seguir para demostrar su nivel de fidelidad, entre ellas está la del número de teléfono, la de concretar una cita para salir a bailar o a comer, entre otras.

Los convencionales modelos del gusto popular, con aquellos cuerpos que desbordan de la típica sensualidad que busca el común denominador, estarían encargados de poner a prueba a las parejas que enviaban sus peticiones para hacerse caer.

Pero esta vez una modelo transgénero se sumaría a las filas de las mujeres encargadas de seducir a los concursantes. A primera vista no tiene nada de “malo”, de hecho es un gesto que de alguna manera llama a la inclusión de las personas trans a través del programa de la estación privada.

Las personas trans que siempre habían sido llevadas a la televisión como víctimas que nadie comprendía y que tampoco nadie quería ayudar, en la periferia de las preocupaciones del Estado y de los gobiernos, ahora también se normalizaban en programas que prostituían a los pololos a cambio de dinero, de un poco de fama mezclada con odio, lágrimas y sufrimiento, lo que al mismo tiempo parece ser la forma perfecta para un show con alto rating.

En Chilevisión lo saben y por eso mismo al parecer no dudaron en incluir a una persona trans. Sin embargo los motivos no apuntaban a la inclusión o a superar la brecha de desigualdades, que como bien sabemos, en Chile son un típico recurrente para las organizaciones que luchan por heteronormar a las personas que no son heterosexuales.

Para el canal las personas transexuales son un castigo, es lo peor que le podría pasar a un hombre, la peor caída, el error fatal. Para los encargados del programa hacer caer a un hombre con una persona trans es avergonzarlo, es humillarlo, es hacerle parecer un tonto, es poner en duda la calidad de “hombre” de los “infieles” que engañados por sus parejas se ponen a coquetear con mujeres transexuales.

Chilevisión

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La mujer transexual como humillación al hombre heterosexual, del macho recio, de aquel que socialmente debe “sabérselas todas”, poder coquetear con cuanta mujer se le cruza, aprovechar todas las oportunidades, y si no lo hace es un “maricón”, un poco hombre, un “afeminado”, y para la sociedad ser femenino o ser mujer, directamente, está mal, es horrible, es caer en la escala social.

Bajo estos patrones de “rey de jungla de cemento”, para los hombres caer en el estereotipo femenino llega a desestabilizar el día común. Ya lo vimos en el programa, cuando el participante se entera que esta mujer “no era una mujer con vagina biológica”, salió prácticamente corriendo avergonzado.

Chilevisión y su programa Manos al Fuego “denigra” a los hombres heterosexuales-heteronormados con estereotipos violentos. Usa la imagen de mujeres trans para hacerles parecer algo menos de lo que son.

¿Hasta dónde llegó el sensacionalismo? ¿Hasta cuándo los programas de televisión continuarán forzando el rating con puestas en escena que ofenden no sólo a la mujer sino que a todos aquellos quienes no se consideran hombres?

El programa instrumentaliza y objetiviza el cuerpo de la mujer trans para usarla como venganza ante el infiel.

¿Ésta es la manera en la que queríamos darle espacio a las personas trans? ¿Es así como la lucha trans esperaba salir victoriosa?

¿Tienen culpa las propias organizaciones que defienden las minorías sexuales?

De alguna manera las organizaciones LGBTI han servido para este capítulo, han sido cómplices de la tortura trans que expuso este martes Chilevisión.

¿Cómo? Fácil. Las organizaciones que deberían velar por la no-discriminación han puesto un grano de arena bastante importante en este tema en especifico.

¿Han participado, ustedes, en marchas por la diversidad sexual o en las chilenas “gay parade”? No es difícil ver a lo lejos camiones llenos de bailarinas y talentosas cantantes o modelos transexuales, que están ahí sólo para eso, para modelar, para cantar o bailar, en conclusión: para hacer show. Son hombres gay quienes llevan las discusiones con las autoridades, son hombres gay quienes ponen en la palestra noticiosa casos de discriminación, ni siquiera son mujeres, lesbianas, quienes alzan su voz, y si la alzan siempre serán opacadas por estos hombres, quienes la mayoría de las veces no se cuestionan estas problemáticas dentro de las organizaciones.

Para el hombre está bien ser siempre el primero, no problematizar los privilegios que socialmente tienen, incluso aquellos que “a pesar de ser gay” disfrutan. Y son estos líderes de movimientos quienes llaman a las trans, a las travestis, a las mujeres para un show, para que se muestren, para hacer más llamativas las marchas, los puntos de prensa, los espectáculos.

Y así es como finaliza el primer espectáculo de la televisión chilena donde una mujer trans se incluye dentro de un programa estándar de la televisión, un show promedio, un “Kike Morandé” de concursos y engaños, otra de las apuestas que la televisión nacional chilena tiene para culturizar a la población heterosexual que disfruta viendo cómo los demás caen, se hunden, y se humillan una y otra vez.

Como si esto no fuera suficiente, como si ya no bastara con poner a mujeres y hombres sólo como cuerpos seductores en pantalla, también la “sabrosa” televisión nos ofrece un agregado de ofensas con personas transexuales, que ni siquiera son tratadas como personas.

Durante el desarrollo del show, el periodista encargado de conducir el espacio repetía una y otra vez que Priscila habría nacido con cuerpo de hombre, que quizá aún contaba con genitales masculinos, que el posible infiel -en ese entonces- podía llevarse una “sorpresita”, que no moviera mucho su mano porque quizá iba a encontrar otra cosa que no era algo común. Como si estos comentarios llenos de violencia no fueran suficiente, el conductor no paraba de referirse a Priscila como “Luis”, su nombre legal, aquel que por años las personas trans tratan de cambiarse.

¿O acaso creen que las personas trans no pasan años y años de tratamientos médicos, psiquiátricos y legales, inyectándose hormonas, pasando por el bisturí, acudiendo a especialistas de la salud mental que respalden su transición de género, terminando en despachos de abogados para poder iniciar los trámites de un cambio de nombre? Y todo esto para que un ignorante conductor de televisión le termine llamando por ese nombre que con sufrimiento ha esperado dejar atrás de una buena vez.

La violencia ejercida por este programa no ha sido más o menos que la ejercida en otros programas nacionales. Muchos ni se habrán dado cuenta, ni habrán notado que alguien aquí salió lastimado, y todo gracias a la naturalización de los actos violentos que no sólo ha tenido la televisión, ya que ésta no es más que un reflejo de lo que es la sociedad, sino que también la que ejerce el Estado.

El televidente promedio quizás está contento, en la televisión aprueban la violencia que él realiza todos los días apenas ve a una mujer trans o a una travesti.

Gracias Chilevisión, gracias Manos al Fuego, gracias televisión abierta por demostrarnos que siempre falta un poco de humillación, violencia, insultos, malos tratos y vergüenza que mostrar. Gracias por culturizarnos de esta manera, gracias por nunca dejar de sorprendernos con sus formatos de show tan repulsivos.

Marcial Parraguez
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Concepción