Los defensores del clima celebraron este jueves el llamamiento sin precedentes del papa Francisco a actuar de forma urgente contra el calentamiento global, a menos de seis meses de la conferencia de París.

En su larga encíclica sobre “el cuidado de la casa común”, el pontífice presiona a los dirigentes del mundo y, sobre todo, de los países ricos, reclamando “acuerdos internacionales urgentes”, una revolución económica y moral para luchar contra el cambio climático y reducir la desigualdad.

Sus palabras podrían convertir el tema del clima en una obligación moral para numerosos católicos y reforzar la movilización a favor de un acuerdo ambicioso bajo los auspicios de la ONU en la capital francesa, en diciembre.

Con unos 1.200 millones de católicos en el mundo, la encíclica del papa puede tener un alcance muy importante, especialmente en las regiones donde el pontífice goza de gran influencia, como América Latina y Asia.

“El papa inyecta un poderoso elemento moral en un debate que suele estar estancado en la ciencia, la política, la economía”, opina Elliot Diringer, del instituto estadounidense Center for Climate and Energy Solutions (C2ES).

“Le habla a nuestra conciencia colectiva. Seguramente no conseguirá convencer a muchos escépticos, pero sensibilizará a mucha gente sobre los desafíos y la emergencia”, añade.

En sus 192 páginas, la encíclica contiene elementos precisos y respaldados por la ciencia sobre el papel del hombre en el calentamiento climático y el impacto de las energías fósiles, sobre todo el carbón.

El documento será parte del mensaje que transmita la Iglesia en sus parroquias y podría incitar a varias diócesis a unirse a un amplio movimiento de desinversión en los combustibles fósiles, según la organización 350.org, que inició esa campaña.

Inversiones católicas

En los últimos meses, decenas de instituciones religiosas, desde el Consejo Mundial de Iglesias hasta la Iglesia de Inglaterra, retiraron sus activos invertidos en compañías gasísticas o petroleras.

“Esperamos que la encíclica lleve a las comunidades católicas del mundo a mirar cómo sus propias inversiones pueden financiar a veces el calentamiento climático”, explica Ellie Roberts, de la asociación cristiana Operation Noah. “Es esencial si queremos reforzar la voluntad política necesaria para conseguir un acuerdo fuerte en París”.

Varios obstáculos se interponen en el camino hacia un pacto que deberá reunir, por consenso, a 195 Estados, y concretar las promesas de ayuda para los países en desarrollo y garantizar el control de los compromisos nacionales sobre la reducción de gases de efecto invernadero.

El mensaje del papa “podría tener una influencia significativa sobre la política de los partidos conservadores en lugares, desde Australia a Estados Unidos, donde los católicos son cada vez más predominantes”, considera Neil Ormerod, profesor de teología del Australian Catholic University.

En Australia, gran productor de carbón que se niega a reducir el uso de ese combustible fósil, “la mitad del gabinete del primer ministro Tony Abbott es católico, incluido el propio Abbott”, añade en un análisis publicado en la página web Theconversation.com.

Sin embargo, en Estados Unidos, donde los escépticos del cambio climático son muy activos, la encíclica ha suscitado reacciones críticas de varios republicanos, incluido el posible candidato a la Casa Blanca Jeb Bush, católico, según la prensa norteamericana.

El papa argentino viajará en septiembre al Congreso estadounidense, tras una visita a la Asamblea General de Naciones Unidas.

Francisco subrayó la responsabilidad de los países ricos en el calentamiento climático, un aspecto clave de las negociaciones para conseguir un acuerdo en París.

Los países en vías de desarrollo piden que se exijan más esfuerzos a los Estados más industrializados, mientras estos últimos alertan sobre la parte creciente de India y China en las emisiones de gases de efecto invernadero.

“El papa destaca la atención que debemos prestar a los más débiles”, un elemento que los negociadores deberán tener en mente hasta el final, asegura Laurence Tubiana, responsable de la delegación francesa para las negociaciones.