Crítica de Teatro: “El marinero”

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Un ritual humano profundamente enraizado, como es el velorio, permitirá tomar contacto con una variante escénica muy poco habitual: el llamado teatro estático que deja de lado la tentación del vértigo para que la riqueza de la voz de un elenco destacado sea el vehículo principal de comunicación de una historia.

Sin embargo, este montaje no llega como lectura dramatizada ni carece de teatralidad, aunque las tres actrices permanecen casi siempre sentadas alrededor del ataúd.

Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer fueron las elegidas por el director Alejandro Goic (“Calígula”, “El rey de Sodoma”, “El coordinador”, “Nadie es profeta en su espejo”) para llevar a escena “El marinero” (1913), texto del poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935).

Son tres hermanas que velan el cadáver de un hombre mientras transcurre la noche. Estan apesadumbradas y reflexivas frente a la majestad de la muerte, caldo de cultivo para que surjan las inevitables evocaciones.

El regreso del pasado y los sueños van delineando poco a poco los bordes absurdos de la vida, la fragilidad y vulnerabilidad de la existencia humana, la confusion entre lo real e irreal, el valor efímero de las palabras, el impacto de la muerte, la desaparición, el olvido…

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Sencillez y complejidad

En un castillo y frente a una ventana con vista al mar ocurre esta historia. En contraste con la inmovilidad corporal del elenco detrás del velo, instalado en la boca del escenario, el director aporta movimiento permanente (profundo, no trivial) a través de imágenes del mar, grabadas en la localidad de Matanzas, Región de O’Higgins, que saturan los costados, el techo y el fondo de la sala.

Son proyecciones que muestran el borde costero con las olas que llegan en ritmos cadenciosos e incesantes, provocando una sinfonía acústica y una aproximación sensorial al relato.

Sugieren fuerza e identidad al interior de un universo donde el cambio permanente se levanta como rasgo de una fisonomía que no se logra definir ni atrapar, muy en contacto con la propuesta.

El diálogo entre las mujeres y cada una consigo mismo prevalecerá como el recurso esencial de la obra. Sus voces enteras y moduladas también ayudan a proyectar el perfil de la poesía de Pessoa.

Para asegurar la emisión de los extensos textos, Goic combina la voz natural del elenco, con grabaciones de ellas mismas, opción que sugiere matices de temporalidad reales e irreales.

Porque este marinero que se evoca en la obra podría ser otro de los personajes literarios que el poeta creó, a través del cual filtra aspectos de su ser y de su vida, perfiles complejos de insatisfaccion existencial y genio literario.

Una experiencia escénica emotiva, concreta, reflexiva y sensorial, en un formato que el director Alejandro Goic maneja con habilidad.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

GAM (Alameda 227). Jueves a sábado a las 20:00 horas; domingo a las 19:00 horas. Valor: $ 6.000 y $ 3.000. Hasta el 26 de Abril.

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Un ritual humano profundamente enraizado, como es el velorio, permitirá tomar contacto con una variante escénica muy poco habitual: el llamado teatro estático que deja de lado la tentación del vértigo para que la riqueza de la voz de un elenco destacado sea el vehículo principal de comunicación de una historia.

Sin embargo, este montaje no llega como lectura dramatizada ni carece de teatralidad, aunque las tres actrices permanecen casi siempre sentadas alrededor del ataúd.

Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer fueron las elegidas por el director Alejandro Goic (“Calígula”, “El rey de Sodoma”, “El coordinador”, “Nadie es profeta en su espejo”) para llevar a escena “El marinero” (1913), texto del poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935).

Son tres hermanas que velan el cadáver de un hombre mientras transcurre la noche. Estan apesadumbradas y reflexivas frente a la majestad de la muerte, caldo de cultivo para que surjan las inevitables evocaciones.

El regreso del pasado y los sueños van delineando poco a poco los bordes absurdos de la vida, la fragilidad y vulnerabilidad de la existencia humana, la confusion entre lo real e irreal, el valor efímero de las palabras, el impacto de la muerte, la desaparición, el olvido…

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Sencillez y complejidad

En un castillo y frente a una ventana con vista al mar ocurre esta historia. En contraste con la inmovilidad corporal del elenco detrás del velo, instalado en la boca del escenario, el director aporta movimiento permanente (profundo, no trivial) a través de imágenes del mar, grabadas en la localidad de Matanzas, Región de O’Higgins, que saturan los costados, el techo y el fondo de la sala.

Son proyecciones que muestran el borde costero con las olas que llegan en ritmos cadenciosos e incesantes, provocando una sinfonía acústica y una aproximación sensorial al relato.

Sugieren fuerza e identidad al interior de un universo donde el cambio permanente se levanta como rasgo de una fisonomía que no se logra definir ni atrapar, muy en contacto con la propuesta.

El diálogo entre las mujeres y cada una consigo mismo prevalecerá como el recurso esencial de la obra. Sus voces enteras y moduladas también ayudan a proyectar el perfil de la poesía de Pessoa.

Para asegurar la emisión de los extensos textos, Goic combina la voz natural del elenco, con grabaciones de ellas mismas, opción que sugiere matices de temporalidad reales e irreales.

Porque este marinero que se evoca en la obra podría ser otro de los personajes literarios que el poeta creó, a través del cual filtra aspectos de su ser y de su vida, perfiles complejos de insatisfaccion existencial y genio literario.

Una experiencia escénica emotiva, concreta, reflexiva y sensorial, en un formato que el director Alejandro Goic maneja con habilidad.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

GAM (Alameda 227). Jueves a sábado a las 20:00 horas; domingo a las 19:00 horas. Valor: $ 6.000 y $ 3.000. Hasta el 26 de Abril.