Especialistas de SOCHED manifestaron que esta condición aumenta en relación a la edad, siendo más frecuente en mujeres postmenopáusicas y en adultos mayores. Además, puede llevar a un mayor riesgo de aparición de diabetes tipo 2, hígado graso y enfermedad cardiovascular.

La resistencia a la insulina o insulinorresistencia, se puede definir como la resistencia a la acción de esta hormona, principalmente en tejidos como el hígado, músculo y tejido adiposo, lo que lleva a alteraciones en la metabolización de la glucosa y lípidos.

“No es una enfermedad, por lo tanto no se manifiesta por síntomas, y son algunos signos clínicos, como la obesidad abdominal y la coloración oscura que aparece en la región del cuello y axilas, que se denomina acantosis nigricans, los que hacen sospecharla”, explicó la Dra. Verónica Araya, médico endocrínóloga de SOCHED.

La especialista indicó que también existen alteraciones en exámenes de laboratorio que la sugieren, como la elevación en la glicemia o glucosa sanguínea, y en los triglicéridos, y disminución del colesterol HDL.

La Dra. Araya expresó que la resistencia a la insulina es una alteración de la fisiología normal, que puede llevar a un mayor riesgo de aparición de diabetes tipo2, hígado graso y enfermedad cardiovascular.

“La alimentación poco saludable, con exceso de calorías en base a azúcares y grasas saturadas, es uno de los factores ambientales que favorece su aparición, al igual que el sedentarismo”, manifestó la especialista.

Estudios

El Dr. Felipe Pollak, especialista en nutrición de SOCHED, expuso que en un estudio nacional realizado en Limache el año 2003, con una muestra de 850 individuos de ambos sexos, entre 20 y 28 años de edad, un 36% presentó insulinorresistencia.

Por otro lado, en la Encuesta Nacional de Salud de 2010, el Síndrome Metabólico, fuertemente asociado a la resistencia a la insulina, estuvo presente en un 35% de los individuos mayores de 15 años.

Asimismo, los especialistas señalaron que esta alteración, debido a múltiples factores, entre ellos, la genética, el sedentarismo, los malos hábitos alimentarios y el sobrepeso, aumenta en relación a la edad, siendo más frecuente en mujeres postmenopáusicas y en adultos mayores. Por su parte, no se ha demostrado que la frecuencia sea mayor en mujeres u hombres.

La mayor parte de los estudios, incluyendo la encuesta nacional de salud, muestra similar frecuencia del problema en ambos sexos.”

Tratamiento

El tratamiento de la resistencia a la insulina no es con fármacos sino que, con una dieta balanceada, saludable, baja en grasas y azúcares la que, según explicó la Dra. Verónica Araya, idealmente debe ser prescrita por un nutricionista. Debe haber un aumento de la actividad física, la que se debe indicar de acuerdo a las características y posibilidades de cada persona.

“El uso de medicamentos se reserva para pacientes que no responden a estas medidas y que tienen otras condiciones de riesgo asociadas como prediabetes, hígado graso, síndrome de ovario poliquístico”, agregó.

Algunos síntomas silenciosos

1. Visión borrosa: Las alzas y caídas repentinas de los niveles de azúcar en la sangre pueden dañar la habilidad del ojo para enfocar, lo que lleva a la visión borrosa. Este síntoma debería desaparecer una vez que se regulen los niveles de azúcar.

2. Sed excesiva: La sed excesiva es una de las señales más características. Esto se produce en respuesta al excedente de azúcar en la sangre, ya que el cuerpo intenta eliminar este exceso a través de la orina, impulsando a ir al baño más de lo habitual. Esto, a su vez, puede causar deshidratación, lo que hace que sientas sed.

3. Heridas o infecciones que cuesta que sanen: Los niveles altos de azúcar en la sangre puede retrasar la circulación, por lo que la piel necesita más tiempo para repararse a sí misma. Como consecuencia, los pequeños moretones y cortes podrían tardar más de lo habitual en sanar.

También puede promover el crecimiento de bacterias y hongos, que pueden conducir a infecciones recurrentes, especialmente de la piel, la vagina y el tracto urinario.

4. Fatiga Extrema: Tu cuerpo utiliza el azúcar en la sangre como combustible, pero la resistencia a la insulina hace que tu cuerpo no sea capaz de convertir de manera eficiente la glucosa en energía. Esto hace que sientas fatiga y cansancio excesivo.

5. Repentino e inexplicable aumento o pérdida de peso: Cuando tu cuerpo no es capaz de obtener la energía que necesita de la glucosa en la sangre, comienza a quemar otras cosas para obtener el combustible, lo que puede derivar en pérdida de peso, incluso si no haces dieta o ejercicio. Por otro lado, la resistencia a la insulina puede hacer que sientas hambre, y ganes peso en lugar de perder.

6. Hay áreas de tu piel que se han oscurecido: Los altos niveles de insulina pueden aceleran la velocidad de reproducción de las células de la piel, llevando a una condición llamada acantosis pigmentaria. Esto ocurre, cuando la piel del cuello, debajo del brazo, o en los pliegues de los codos comienza a oscurecerse y adoptar una sensación lisa o aterciopelada.