Una gran verdad dijo el pintoresco mandatario boliviano Evo Morales, al afirmar que en el Chile de hoy “no hay socialistas consecuentes”. Al menos alguno que, por lo menos, “no haya pactado con el enemigo de clase”.

Pero resultará para él —y para muchos chilenos— muy sorprendente leer dos documentos relativos a las convicciones histórico-ideológicas de los mayores próceres de la Unidad Popular y su gobierno, a quienes Evo Morales atribuye “lealtad y coherencia”.

Uno es el Discurso de Salvador Allende ante la Asamblea Nacional de la Unidad Popular del 8 de enero de 1971. Allí, el “compañero Presidente” denuncia las ocupaciones ilegales y violentas de tierra hechas por los mapuches como una traición al Programa de la UP sobre Reforma Agraria, “favoreciendo al enemigo”. Pide comprensión para los indígenas, pero las razones que da para hacerlo son absolutamente insólitas.

“Yo he vivido la inquietud de Cautín, en donde hay factores naturales y factores artificiales. En donde hay, además factores inclusive raciales y antropológicos que complican más el problema, porque el araucano nuestro no se ha incorporado jamás a su condición de ciudadano y no puede percibir, como lo perciben ustedes, la proyección que tiene la victoria popular ni puede a veces detener sus ansias de rebeldía.” (Izquierda Chilena, tomo 1, pp.552-553).

Evo se asombraría más aún, si cabe, de la explicación y justificación de la Pacificación de la Araucanía.

Es la “raza” de los “araucanos lo que “hace difícil la cosa” y es su predisposición biológica y antropológica lo que ellos no pueden controlar. Y son los mapuches mismos quienes “no se han incorporado a ser ciudadanos chilenos (…) Antropológica y racialmente predeterminados a no tener la categoría de los compañeros de la UP”.

Evo Morales, jefe de un gobierno y una sociedad “pluriétnica”, no podría, por tanto, siquiera imaginar lo que el socialista Allende habría pensado de los indígenas bolivianos de hoy, de sus “hermanos” y los de entonces.

Evo se asombraría más aún, si cabe, de la explicación y justificación tanto de la Pacificación de la Araucanía como de la legitimidad de la Guerra del Pacífico hecha por el General Carlos Prats, la segunda figura emblemática del gobierno marxista.

“Las FFAA tienen una misión civilizadora de las zonas vírgenes. ¿Por qué las FFAA no pueden hacer, con una orgánica extraoperativa, lo que hizo el Ejército en el siglo pasado, de Bío Bío al sur? Si ganamos la Guerra del Pacífico, sin haber existido órganos de mando para mandar a gran número de hombres, ello se debió a la fortaleza de este Ejército profesional de 3.000 hombres que fue capaz de movilizar 70.000 porque se había entrenado en la Guerra de la Araucanía…” (Ercilla 29.11.1972, en Izquierda Chilena, tomo 5, p.3577).

Evo está —como tantas veces— totalmente desorientado y desinformado; pero no mucho más que los chilenos que siguen venerando íconos híbridos.

Víctor Farías
Graduado de Filosofía y Germanística en la PUC. Autor de los libros “Salvador Allende: Antisemitismo y eutanasia” y “Salvador Allende: El fin del mito“.
Profesor en la Universidad Andrés Bello.
Columna originalmente publicada en PanamPost

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