Es sabido que la dieta en los países de orientes se basa en una alimentación mucho más equilibrado que en el resto de mundo. En Japón por ejemplo, sólo un 3,9% de la población sufre de obesidad, en cambio en EE.UU. esa cifra llega al 33,8%, esto se debe, entre otras cosas, a que el consumo de azúcar y grasas saturadas es inmensamente menor.

La comida japonesa también ha ido adquiriendo más y más adeptos en todo el globo, quienes en muchos casos están prefiriendo el sushi por sobre las hamburguesas, algo que a la larga traerá muchos más beneficios para la salud del consumidor.

Uno de los grandes aportes que podemos encontrar de la comida japonesa es que, por ejemplo, ayuda a la longevidad, lo cual ha sido demostrado. “Se ha comprobado que los habitantes de Ogimi (en el archipiélago japonés de Okinawa) viven más y se atribuye su dieta. De hecho, al mudarse a otras ciudades y modificar sus hábitos alimenticios, disminuye esa longevidad”, explica la doctora Paula Rosso, médico nutricionista del Centro Médico Lajo Plaza al diario español El País.

“Con su generoso consumo de salmón y atún logran un importante aporte de ácidos grasos omega 3, en concreto, EPA (ácido eicosapentanoico) y DHA (ácido docosahexanoico)”, explica la especialista, quien señala que estos ingredientes -que también se encuentran comúnmente en el sushi-, ayudan a mejorar la salud interna del organismo, la piel, el cabello e incluso las uñas.

Según se explica en el artículo, el EPA contribuye al correcto funcionamiento del sistema circulatorio y el cerebro, lo ayuda a prevenir enfermedades coronarias, por su parte el “DHA protege el sistema nervioso y la retina y ayuda al adecuado desarrollo fetal”.

Como decíamos, esta dieta también resulta ser vital para la piel y es por eso que podemos ver tantos japoneses con rostros impecables, ya que prefieren alimentos ricos en antioxidantes, vitaminas y oligoelementos, que ayudan a prevenir el envejecimiento precoz. “Esta dieta obvia casi totalmente la carne y los productos lácteos y da preferencia a frutas y verduras, más una mezcla de algas y de hierbas. Las algas son muy bajas en calorías y muy ricas en potasio, calcio, hierro y yodo”, señala la especialista.

La casi nula presencia de la azúcar también “evita la glicación de los tejidos -una de las principales causas de la formación de arrugas- y otros trastornos metabólicos como la diabetes“, cita la publicación.

Un beneficio que las mujeres apreciarán es que el alto contenido de L-triptófano de la soya ayuda a aliviar algunas molestias propias asociadas al síndrome premenstrual como el dolor, hinchazón, cansancio,etc.

Finalmente, algunos de sus hábitos también nos permiten adquirir una alimentación consciente. Por ejemplo, el uso de los palillos para ingerir los alimentos, hace que comamos a un ritmo pausado y no a la gran velocidad a la que estamos acostumbrados. Al saber qué estamos comiendo, necesitamos porciones más pequeñas, ya que el cerebro tiene tiempo de analizar la sensación de saciedad. “La consecuencia inmediata son digestiones más sencillas, menor sensación de hinchazón, menos gases…”

Por supuesto, no es cosa de llegar y cambiar la dieta tradicional por una japonesa o abusar del sushi a diario, ya que el abrupto cambio terminará perjudicando la salud en lugar de beneficiar y puede desarrollar otros problemas como sequedad en los labios o aumento de metales pesados en el organismo. Así que a comer pero con moderación.