La derrota presidencial de fines del 2013, la rigidez y encapsulamiento de sus partidos políticos tradicionales, y sobretodo, el escándalo del caso Penta, han reabierto una crisis en la derecha chilena como la que no se vivía en ese sector desde fines de los años 80, la que en todo caso fue generada por causas de la misma naturaleza, esto es el problema del poder económico como rector en las decisiones políticas que hace suyas y trata de llevar adelante este sector.

En efecto, lo ocurrido entonces fue una lucha de poder, la de mantener la fusión de política y negocios en un mismo centro direccional. Fue en aquella ocasión cuando fracasara un artificial intento de constituirse en un sólo Partido, Renovación Nacional: debían confluir allí, un así llamado Movimiento de Unión Nacional, otro grupo denominado Frente Nacional del Trabajo y la UDI.

A las causas que hoy se repiten, se agregaba la visceral incondicionalidad que tributaba, en ese periodo, la UDI a Pinochet al que situaban en un estatus ridículo para el Chile de hoy, como un nuevo padre de la patria.

Esta mezcla de obsecuencia a Pinochet y de excluyente afán de poder, llevo a la UDI -con Jaime Guzmán a la cabeza- a la ruptura de ese feble entendimiento de la derecha, para establecer tienda separada y respaldar ciegamente a Pinochet en el Plebiscito del 5 de Octubre de 1988, así como con vistas a atribuirse la misión de defender férreamente la “obra” del régimen militar, entendida por tal, un modelo de sociedad bajo control y dirección de un núcleo de poder reducido, casi secreto, de iluminados con una influencia incontrarrestable. En esa visión extrema no se aceptaban dudas ni vacilaciones, era una élite de escogidos, a los que no les podía temblar la mano.

La mentalidad de raíces totalitarias con que se fundó la UDI, al tomar el propio Jaime Guzmán como fuente de inspiración inicial el franquismo, le condujo a pensar en un esquema de poder, en que las minorías sectarias e iluminadas dispusieran de una cuota desproporcionada de la capacidad de decidir existente en una sociedad; por eso, inventaron el sistema binominal y se dotaron de instrumentos que maximizaran sus cuotas de poder, o sea, algo parecido al modelo Penta, los holdings y la política regidos y ordenados simultáneamente desde fuera de la institucionalidad democrática, imponiéndose de hecho un criterio excluyente desde un mando con un fuerte poder alternativo.

Los barrios de ricos, altamente exclusivos y segregados, que existen en algunas ciudades son expresión de la misma mentalidad.

La tarea de rehacer la democracia en Chile viene bregando desde hace 25 años con vistas a reducir, desmontar y, finalmente alcanzar una democracia sin esa interferencia autoritaria; vale decir, para anular el mismo diseño de poder que se está viniendo abajo por un proceso judicial incoado por una repetida burla al fisco, es decir, por fraude y corrupción, como es ahora investigado este vergonzoso episodio por el Ministerio Público.

El esfuerzo para que prevalezca el interés nacional por sobre el individual a cubierto una larga etapa de la tarea democrática, en definitiva, se acerca una nueva epoca en la que cortando o minimizando la intromisión factica, la democracia puede avanzar en su consistencia y madurez.

Es por ese motivo de fondo que ahora que en la derecha política se habla de un nuevo referente, quienes están siendo parte de esos afanes y preparativos no pueden soslayar un pronunciamiento sobre este factor esencial. Más aún, tales líderes o voceros están en la obligación de hacerlo. Son casi las mismas personas y son los mismos referentes o Partidos.

Ya no se puede eludir este dilema de fondo: en la fuerza política que se proponen relanzar debe establecerse cuales serán los mecanismos y cómo se evitará la cohabitación entre los negocios y la política; como se garantizará que prevalezcan los procesos democráticos de decisión por sobre las relaciones y centros corporativos de poder.

No es casual que dos senadores de RN hayan solicitado expresamente una opinión en esta materia. Ellos son Allamand y Ossandon, este último hace mención al silencio de quién fuera Presidente y quiere volver a serlo, Sebastián Piñera, quién ha hecho del silencio en esta cuestión fundamental su línea de conducta. La derecha ayer se anudó a la dictadura, hoy no puede pretender seguir amparándose en sus negocios para imponerse en la política.

Esto no puede quedar en la penumbra. A 25 años del inicio de la reinstalación de la democracia, la derecha chilena podría comenzar su propia y tan postergada transición.

Las reglas democráticas deben ser asumidas y respetadas en su integridad; esto obliga a que nadie se reserve para sí otras opciones que no sean aquellas, debidamente aceptadas de acuerdo a tales normas democráticas e institucionales, que son las rigen a todos en el país.

En los años 60, era muy socorrido un lema que señalaba “habrá patria para todos o no habrá para ninguno”, ahora digamos que la democracia nos obliga a todos y que no existen privilegios especiales para ninguno. Esa es la base de la legitimidad de toda opción democrática.