No pasa un día sin un nuevo ataque. Los numerosos atentados perpetrados por el grupo islamista Boko Haram debilitan Nigeria ante unas elecciones cruciales y amenazan también con desestabilizar a los vecinos Camerún, Chad y Níger.

Nigeria sigue conmovido por la masacre cometida el viernes en la gran mezquita de Kano, la principal ciudad del norte del país, donde al menos 120 personas murieron en un doble atentado suicida, seguido del ataque de un comando armado, a la hora de la oración.

Todo apunta a que el atentado es una represalia contra el emir de Kano. La semana pasada, el segundo responsable musulmán del país había lanzado desde la mezquita un llamamiento a la población para que tomara las armas y se protegiera de los ataques islamistas.

“Boko Haram amenazó varias veces a los jefes religiosos (…) en el norte de Nigeria, a los que considera como aliados de los aparatos del Estado”, asegura Andrew Noakes, de la Red Nigeriana de Analistas de Seguridad.

El ataque recuerda que el grupo islamista lleva semanas intentando extender su radio de acción, más allá de los tres Estados que domina en el noreste del país: Borno, Yobe y Adamawa, a poco más de dos meses de las próximas elecciones presidenciales en las que el actual mandatario, Goodluck Jonathan, buscará la reelección.

“GOLPEAR DONDE SEA”

“Boko Haram intenta imponer la idea de que puede golpear donde sea”, explica Ryan Cummings, experto en seguridad de la sociedad Red 24.

Unas horas después del atentado de Kano, una bomba disimulada cerca de otra mezquita en Maiduguri, unos 600 kilómetros al este, pudo ser desactivada.

La capital del Estado de Borno, donde se fundó Boko Haram en 2002, ya estaba bajo estricta vigilancia, después de que dos mujeres mataran el martes a 45 personas en un atentado suicida en un mercado.

La víspera, unas cincuenta personas murieron en Damasak, unos 180 kilómetros al norte de la ciudad, cerca de la frontera con Níger, en un asalto de combatientes de Boko Haram, que consiguieron tomar la ciudad.

La crónica de las matanzas es extensa. La violencia islamista, y también su represión por parte de las fuerzas de seguridad, causaron 13.000 muertos y 1,5 millones de desplazados desde 2009.

El ritmo cada vez más desenfrenado de los ataques en los últimos meses, así como la variedad de técnicas utilizadas -ataques relámpago, atentados suicidas, etc.- y la conquista de territorios indican un cambio.

El movimiento armado conquistó en unas semanas una veintena de localidades del noreste del país y proclamó un “califato” en las zonas bajo su poder, al igual que los yihadistas del grupo Estado Islámico en Siria e Irak.

El grupo mantiene, además, en cautiverio a 219 estudiantes secuestradas en abril en Chibol, en el noreste del país, en un acto que escandalizó al mundo entero.

AMENAZA REGIONAL

El grupo islamista se volvió más ambicioso y se convirtió en una amenaza a escala regional. El norte de Camerún sufre cada vez más incursiones sangrientas y los vecinos Níger y Chad también empiezan a temer por su seguridad. La llegada de la estación seca, que facilita cruzar barreras naturales como los ríos, puede empeorar aún más la situación.

Fuera de Nigeria, Camerún aparece como el primero objetivo de los islamistas, y los responsables militares de Yaundé están convencidos de que Boko Haram quiere extender su “califato” a su país.

La respuesta a esta amenaza regional sigue siendo escasa. Camerún, Chad, Níger y Nigeria se comprometieron a enviar, el 1 de noviembre, a 2.800 soldados para vigilar sus fronteras en apoyo de las fuerzas nigerianas. De momento no cumplieron con su palabra.