El nuevo sitio web WildLeaks espera poner fin a la impunidad de las redes de caza furtiva en África, a menudo protegidas al más alto nivel, facilitando las denuncias confidenciales.
Los fundadores de este portal web, una especie de equivalente de WikiLeaks aplicado a la fauna, lo presentan como la primera plataforma segura destinada a alertar sobre crímenes contra la naturaleza.
Frente a la realidad en el terreno, donde los guardabosques pueden difícilmente bregar con cazadores equipados de material militar, WildLeaks espera atacar mediante la información, juntando pruebas sobre los jefes y los protectores de estas redes de caza furtiva.
“Ahora por ejemplo hemos recibido un chivatazo interesante sobre un individuo muy poderoso en Kenia, vinculado al gobierno y que se encuentra detrás del tráfico de marfil”, dice a la AFP en Dar es Salaam, capital de Tanzania, el italiano Andrea Crosta, cofundador de WildLeaks.
Según él, este tipo de personajes “nunca serán atrapados desde el interior; son demasiado poderosos. Se necesita ayuda exterior. Así que de momento tratamos de juntar pruebas”.
La caza furtiva de elefantes y rinocerontes se ha disparado estos últimos años en África, alimentada por la fuerte demanda de Asia, donde han alcanzado precios astronómicos que atraen tanto a bandas criminales internacionales como a grupos armados.
Crosta, un ex asesor de seguridad, está seguro de que WildLeaks puede ser un arma eficaz contra la caza furtiva que amenaza la supervivencia de los paquidermos africanos. El sitio web recibió la primera denuncia menos de 24 horas después de su apertura en febrero, y desde entonces ha reunido 45 informaciones, 28 de ellas consideradas útiles.
Las informaciones recibidas van desde la caza ilegal de tigres de Sumatra a la tala ilegal de madera en el oriente ruso o en México, pasando por el contrabando de fauna y flora salvaje hacia Estados Unidos.
Algunas de las informaciones son transmitidas a agencias de represión, y otras compartidas con organizaciones de defensa del medio ambiente. En dos ocasiones, WildLeaks ha abierto su propia investigación y espera lanzar una tercera dentro de poco.
El sitio web utiliza un sistema informático de encriptación para preservar la identidad de los informantes.
“Es una idea muy inteligente”, aplaude Mimi Arandjelovic, investigadora en el Instituto Max Planck para la Antropología de la Evolución, asociado a WildLeaks en la lucha contra el comercio de grandes simios en África central y occidental.
“La gente puede tener reticencias cuando se trata de denunciar, así que el hecho de poder hacerlo anónimamente es algo positivo”, añade.
Para Richard Thomas, de la ONG TRAFFIC, principal red de vigilancia del comercio de fauna y flora salvaje, “se trata de una nueva estrategia en la lucha contra los crímenes contra el medio ambiente”, que demostrará su eficacia con el tiempo “si se junta información útil y se dirige a agencias especializadas de cara a acciones concretas”.
El mayor desafío para que el proyecto de WildLeaks funcione es darlo a conocer al público y ganarse la confianza de los posibles informantes, destaca Andrea Crosta, que viajó a Dar es Salaam para reunirse con socios potenciales y difundir su proyecto.
De momento, WildLeaks no ha recibido ningún chivatazo de Tanzania, un país de África oriental donde los elefantes y los rinocerontes están amenazados.
En cualquier caso, el mensaje de WildLeaks es claro: la lucha contra la caza furtiva requiere actuar contra los jefes de las redes, ricos e influyentes y protegidos al más alto nivel en algunos países.
“Nosotros no buscamos a los pequeños cazadores o traficantes, sino a los que están por encima de ellos, incluyendo a los funcionarios corruptos”, explica Crosta.