Mucho más que un pasatiempo, el origami (o “papiroflexia”, para la incomodidad de los hispanoparlantes) es un milenario arte que permite a la imaginación materializar las más increíbles ideas en un pequeño trozo de papel doblado.

Los inicios del origami en Japón apuntan hacia el siglo VII, importado desde China donde se habría originado seis siglos antes. Desde ese entonces, miles de figuras han tomado forma a partir de un trozo de papel.

Los beneficios que implica esta añosa técnica van mucho más allá de la simple necesidad artística que siempre ronda al ser humano.

Como todo, el origami no podía escapar a la atenta mirada de la ciencia. Los investigadores de todo el mundo han ratificado su valioso aporte al aprendizaje de muchas materias, principalmente las relacionadas con las matemáticas

El físico e ingeniero estadounidense Robert J. Lang es reconocido como uno de los principales exponentes del origami en Occidente. Todo un honor, teniendo en cuenta que es prácticamente una marca patentada de Asia.

Lang apunta a lo práctico que resulta la papiroflexia a la hora de enseñar los preceptos de la matemática aplicada y la ingeniería. Sugiriendo que esto es mucho más que una actividad a la que solo deberían dedicarse las personas en su niñez, el norteamericano afirma que tanto el arte como la ciencia se dirigen hacia los mismos principios de la física y la matemática, tanto en lo que se refiere a la estética como a la forma y la funcionalidad.

El vínculo del origami y la docencia no es algo particularmente novedoso para los profesores. Haruko Uesato es profesora visitante japonesa en Nueva Zelanda y se apoya en este arte para potenciar los resultados en sus clases a niños.

Junto con reafirmar que esto los ayuda mucho para adquirir y reforzar los conocimientos de geometría y matemática, Uesato destaca que el origami tiene una particular incidencia en la mejora de la concentración de los estudiantes. Un atributo que muchos profesores desearían potenciar en sus alumnos.

Reafirmando el fuerte nexo con las matemáticas, un estudio realizado por investigadores del Richard Stockton College de Nueva Jersey señala que con cuatro horas semanales de lecciones de origami bastan para advertir cambios favorables en los estudiantes de este ramo.

Estas son parte de las conclusiones a las que arribó la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, en inglés), que destaca la notoria ayuda que presta la papiroflexia a los científicos en el momento que deben enfrentar desafíos y resolver problemas propios de sus labores.

Con toda la evidencia, las excusas para dejar de lado el origami, pese a la edad, son prácticamente nulas y echa por tierra la creencia de que es una actividad desterrada del mundo de los adultos.