Pese a que en los últimos años se ha incrementado el debate respecto del uso de la marihuana, relacionada a su legalización, existen relativamente pocos estudios que profundicen sobre los efectos del cannabis en la salud humana. Un círculo vicioso, ya que la misma prohibición dificulta el trabajo científico.

Y si bien ya se han demostrado algunos de los beneficios de la marihuana -como su acción contra el cáncer o el Alzheimer- también comienzan a definirse advertencias sobre su uso.

Una de ellas es la que dio a conocer el Instituto Nacional contra el Abuso de Drogas en Bethesda, Maryland (EEUU), tras comprobar que el consumo excesivo de marihuana puede provocar una grave pérdida en la percepción del placer de las personas.

Para comprobarlo, el organismo pidió a 24 fumadores abusivos de marihuana -quienes habían consumido un promedio de 5 papelillos diarios, 5 días a la semana, durante 10 años- que tomaran metilfenidato, medicamento más conocido como Ritalín. Este es conocido por aumentar los niveles de dopamina en el cerebro, la sustancia que nos hace sentir placer durante actividades como la comida o el sexo.

Tras realizar un escáner cerebral tanto a los 24 consumidores abusivos como a un grupo igual que servía de control, se descubrió que ambos habían producido una cantidad similar de dopamina. Sin embargo mientras los últimos reportaron un aumento de su ritmo cardíaco, presión sanguínea y sensación de excitación, los fumadores de marihuana no.

De hecho las respuestas de los consumidores excesivos eran tan débiles ante el metilfenitado que el equipo de investigación tuvo que revisar la fecha de caducidad del medicamento para asegurarse de que este no estuviera vencido.

Según describió la directora del organismo, Nora Volkow, el hallazgo sugiere que quienes abusan de la marihuana acaban por dañar sus mecanismos de recompensa, haciéndose insensibles al placer. Esto significa que contrario a los adictos al alcohol o la cocaína, sus cuerpos producen cantidades normales de dopamina… pero sus cerebros no saben qué hacer con ella.

“Esto muestra que los consumidores (abusivos) de cannabis podrían experimentar menos estímulos de cosas que otras personas en general consideran placenteras y que, contrario a los estereotipos, esto los hará sentir más irritables, estresados y de plano sentirse mal, contribuyendo a que -a su vez- sigan aumentando su consumo de cannabis”, explicó el neurólogo Raúl González, de la Universidad Internacional de Florida en Miami, quien no tuvo participación en el estudio.

Volkow reconoció que no era posible reconocer si estos consumidores seguían fumando marihuana porque se sentían mal, o si sentirse mal los hacía fumar más cannabis. De hecho, es tan posible que los participantes en el estudio ya hayan tenido cerebros menos sensibles a las dopaminas, y que hayan aumentado su consumo de marihuana para lidiar con ello; como que la marihuana efectivamente los haya dañado.

Sin embargo Paul Stokes, un psiquiatra del Imperial College de Londres, quien tampoco estuvo involucrado en la investigación, afirmó a la revista Science haber realizado estudios cerebrales en fumadores ocasionales de marihuana -no más de un papelillo por semana- realizando hallazgos “en la misma tónica” de los del equipo dirigido por Volkow.