Para Augusto Parra, embajador de Chile en Rusia y Ucrania entre 2006 y 2010, la tensión en Europa del este y el debate que arrastra consigo tiene tres aspectos fundamentales que corrientemente no son tomados en cuenta.
Es posible que esto se dé a causa de la lejanía con que mira este sector del globo las zozobras que acostumbra a mantener la colindancia de lo que alguna vez fuera la URSS o, probablemente, a la innegable influencia que Estados Unidos ejerce sobre la opinión mundial.
Como sea, y en la necesidad de clarificaciones, quien también se desempeñara como senador en el período 1998-2006 ofreció una importante reflexión, cargada de la experiencia que otorga una extensa estadía en Moscú y constantes viajes por la frontera euroasiática.
Se trata de tres ejes temáticos que cabe contemplar y que expuso en el contexto de la primera conferencia del año del Centro Estudiantil de Estudios Internacionales, CEI, grupo intermedio de la Universidad de Concepción enfocado en el abordaje de la disyuntiva universal.
Rusia no tendría efectivas pretensiones geográficas
Según el académico, “es injusto decir que el conflicto lo inició Rusia por afanes expansionistas”, ya que la votación por la autonomía de Crimea –que dicho sea de paso abrió la arista independentista del trance ucraniano- fue previa a la posición de influencia adoptada por Rusia, la cual era previsible.
Esto, por cuanto la cercanía entre ambas regiones es evidente, en la medida que más de la mitad de los habitantes del hoy sujeto federal de facto es de procedencia rusa. A ello puede sumarse la particular condición que ostenta la ciudad de Sebastopol, principal puerto de Crimea y casa de la base de la Flota del Mar Negro de Rusia.
Pese a lo anterior, destaca Parra, “en ningún momento ha habido una reivindicación territorial de Rusia que antecediera las manifestaciones en Crimea”, infiriéndose que la anexión del estratégico manto territorial responde a su ‘corazón ruso’ y no a un cálculo geográfico.
Ucrania descuidó sus cimientos plurinacionales
Al igual que Rusia, Ucrania es un país donde coexisten múltiples naciones. En Rusia se cuenta un número aproximado de 150 y en su vecino ocurre algo similar. Sin embargo, ambas repúblicas tienen una gran diferencia: el reconocimiento y cuidado por el Estado plurinacional.
En palabras del catedrático, a diferencia de lo que acontece al interior del gobierno de Vladimir Putin, “el Estado de Ucrania, durante más de 20 años, no hizo nada para estructurar ese Estado plurinacional de buena forma”. Una carencia que alienta roces de carácter étnico y da pie a corrientes políticas altamente desencontradas.
Así, surge la rama pro occidental de Yulia Timoshenko, ex primera ministra de Ucrania, que pugna por un ingreso pleno a la Unión Europea; adquiere protagonismo Víktor Yúshchenko, otrora Presidente y puntal de la arremetida nacionalista ‘Nuestra Ucrania’, y se alza el depuesto Víktor Yanukóvich, más próximo a las ideas federalistas.
La incursión de Estados Unidos y la OTAN
“Rusia sabe que no está para aventuras militares”, mas, en desmedro de tal afirmación, el ex diplomático asevera que Occidente insiste en la producción de lo que denomina “tensiones artificiales”.
En razón del antedicho planteamiento, ejemplifica: los esfuerzos por traer consenso económico y políticas conjuntas en Sudamérica son celebrados; un atisbo de alianza comercial entre Rusia y Kazajistán es señalado como un intento por reverdecer las páginas de la Unión Soviética.
En suma, una política de la desconfianza. Sentimiento que según Augusto Parra no ha cesado de incubarse en Estados Unidos y sus aliados del Tratado Atlántico con el paso de los años, en circunstancias que, teóricamente, las disputas del pasado han ido superándose y la Guerra Fría ya estampó su punto final.