La Constitución de 1980 fue redactada por los amigos del general Augusto Pinochet para que gobernara él. Por eso el Presidente de la República concentra enormes facultades. La clase política se ha encargado de no alterar, casi, el poder presidencial, pese a las numerosas modificaciones que se han hecho a la Constitución.

El excesivo poder presidencial es una debilidad institucional. No es fuerte un país que depende de la buena voluntad del gobernante, de su buen o mal humor, de su estado de salud, de las pastillas que le pueda prescribir su médico, de sus gracias o sus rabias.

La balcanización de la Derecha, el silencio, la victoria parlamentaria hacen que Michelle Bachelet sea la presidenta que tendrá la mayor concentración de poder desde el retorno a la democracia. Lo que, claro, no es de su responsabilidad.