Cómo a industria –y la industria de la música en particular- reelabora y lucra con la violencia y el crimen es el tema central de Narco Cultura, un documental increíble de Shaul Schwartz que puede causar nauseas.

El documental se estructura básicamente en un doble relato: el del perito criminalista atrapado por su trabajo y el amor a su ciudad (Juárez, la ciudad más violenta del mundo, con más de 10.000 asesinatos en los últimos 3 o 4 años con una población de algo más de 1.300.000 habitantes, es decir con aproximadamente 280 asesinatos por cada 100.000 habitantes al año, 100 veces más que el promedio de Chile), que vive sumido en el miedo, con la renuncia de su jefe y colegas y el asesinato de 4 de éstos últimos a manos de los narcotraficantes; y de una incipiente estrella de los narcocorridos, que compone temas para narcotraficantes y carteles, que vende decenas de miles de CD en grandes tiendas de Estados Unidos de Norteamérica, haciendo recitales y tocando en discotecas, correados por cientos de hombres y mujeres sus canciones sobre asesinatos, torturas, descuartizamientos y drogas.

Una gran virtud del documental es que logra entrar en el mundo de la policía como en el de los narcotraficantes o, al menos, de los músicos vinculados a los narcotraficantes. Y mostrar cómo estos mundos se están transformando en cultura que traspasa grupos sociales y fronteras, inundando de manera imparable no sólo a México sino también y en forma creciente al sur de Estados Unidos de Norteamérica.

Un documental fuerte y desesperanzador. Pero notable. Esquizofrénico. Porque no se puede entender, en este doble relato, cómo esa violencia y brutalidad, esos miles de crímenes que no respetan nada, esa arrogancia que ha construido una mini-ciudad cargada de opulencia y soberbia en el cementerio por parte de los narcotraficantes se pueda traducir en admiración a través de la música, transformando en modernos Robin Hood a criminales.

Un documental que se debe ver como se debe ver “La vida loca”, documental sobre las maras de El Salvador que, muy anterior a Narco Cultura, también tuvo la gran virtud de poder entrar en el mundo de los mareros, con una mirada íntima y humana.

También se puede establecer algún nexo entre Narco Cultura y Trapananda, de Ignacio Aliaga, en el sentido de mostrar y entender la música –y la música popular interpretada en vivo- como parte esencial de la vida –de las relaciones humanas, de cómo se socializa, de la cultura- de México como de la Patagonia.

http://www.youtube.com/watch?v=dfW3rLFdYDs