“Geología de un planeta desierto” es un gran libro. Editado por Alfaguara, tiene muchas virtudes: Primero, es un libro breve donde, como recomendaba Leonardo Sciascia, no sobra nada y el autor parece decir todo lo que quiso narrar.

Una segunda gran virtud es que es de fácil lectura, con pasajes de escritura impecable, con buenas descripciones “técnicas” del trabajo de los geólogos, por ejemplo, tamizados con otros de escritura coloquial, es decir en buen ”chileno” popular.

Lo anterior son elementos que facilitan y no provocan interferencias o no distraen de lo esencial, es decir de la historia, del relato. Y este es un gran relato, tan creíble que parece –y algo de {esto debe haber- autobiográfico, con elementos cotidianos, específicos -como es el trabajo de geólogo del protagonista- y fantásticos, como es la presencia del padre.

Si hace años la novela La reina Isabel cantaba rancheras, de Rivera Letelier, sorprendió entre otras cosas dando a conocer el norte de las salitreras de Chile, con sus penurias y su rica vida popular, Patricio Jara complementa esa mirada con un norte que ha cambiado brutalmente. Y eso lo muestra en primera persona, en la relación afectiva –con sus quiebres- entre el protagonista, representante del “nuevo norte”, y su padre, trabajador del puerto de Antofagasta, que pasó de ser funcionario del estado a trabajar como subcontratista.

“Geología de un planeta desierto” muestra el norte de los sindicatos, de la minería actual, con subcontratistas y profesionales que viajan de un país a otro de acuerdo al mejor postor, a un pasado que se desvanece y la fuerza y la potencia del desierto y su carga. Carga de paisajes impresionantes, soledades y vacíos, locuras y apariciones.

Un libro que emociona, que hace reír y apenarse, que –y esto puede ser muy personal- lleva a mirarse, a pensarse.

Un gran libro. Imperdible.