El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, anunció el lunes un cambio inminente en su política de seguridad, cuando el país sufre una nueva oleada de ataques que han dejado 89 muertos desde el domingo por la noche.

“Estamos a punto de reemplazar a cientos de personas encargadas de la seguridad, de nivel alto e intermedio, y de cambiar de estrategia de seguridad”, recalcó Maliki en una conferencia de prensa organizada en un antiguo palacio de Sadam Husein.

Maliki anunció que se tomarían “decisiones” en este sentido el martes en consejo de ministros.

El primer ministro, de confesión chiita y muy criticado por la minoría sunita, la cual se siente estigmatizada, y por algunos socios de su coalición, quiso dar la imagen de un gobierno unido.

Flanqueado por pesos pesados de su gobierno, incluidos los ministros de Defensa y de Justicia y sus dos vice primeros ministros, Maliki aseguró “al pueblo iraquí que (los insurgentes) no podrán volver a hundirnos en el conflicto confesional” de los años 2006-2007.

Entonces, el número de víctimas de violencia superaba el millar cada mes. El envío de tropas estadounidenses adicionales, junto a la formación de las Sahwa (El despertar, en árabe), unas milicias sunitas anti-Al Qaida, permitió disminuir claramente estos ataques a partir de 2007.

Oleada de violencia

Pero el país se ha visto sacudido en las últimas semanas por una nueva oleada de violencia acompañada por una profunda crisis política.

Desde el inicio del año, los episodios de violencia han dejado más de 200 muertos cada mes, con un nuevo pico de más de 460 en abril, según un recuento de la AFP.

Desde el domingo por la noche, al menos 89 personas fallecieron en ataques que, en su mayoría, estuvieron dirigidos contra la comunidad chiita y las fuerzas de seguridad.

El lunes en Bagdad, el atentado más sangriento dejó 12 muertos en un mercado del barrio chiita de Shaab. Otras 11 personas fallecieron en diversos ataques.

Por la noche, en Hilla, a 100 km al sur de Bagdad, 13 personas murieron y otras 71 resultaron heridas en dos atentados contra dos mezquitas de la comunidad chiita en el momento en que se celebraba la oración de la noche.

En Basora, la gran ciudad portuaria de mayoría chiita del sur del país, dos atentados con coche bomba dejaron 13 muertos y 48 heridos, según el jefe de los servicios médicos municipales, Riyad Abdelamir.

Cerca de Samarra, a un centenar de kilómetros al norte de la capital, un atentado con coche bomba contra peregrinos chiitas iraníes dejó 8 víctimas. Y, en la misma zona, seis milicianos de las Sahwa murieron en dos incidentes.

También se produjeron atentados en Mosul (norte) y Rutba (oeste) que se saldaron con dos muertos.

El lunes, Estados Unidos condenó “con fuerza los atentados perpetrados estos últimos días en Irak” y mostró su preocupación “por la frecuencia y naturaleza de los recientes ataques”.

Durante su conferencia de prensa diaria, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, condenó “los atentados con bomba de hoy (lunes), los ataques contra las fuerzas de seguridad iraquíes en (la provincia) de Anbar durante el fin de semana y una serie de ataques contra barrios y mezquitas sunitas y chiitas”.

En Al-Anbar, al oeste del país, unos choques enfrentaron a la policía con hombres armados el domingo por la noche.

Un comando trató de liberar a un grupo de policías que habían sido secuestrados el sábado, indicó el teniente-coronel de policía Majid al Jlaybaui a l’AFP. Pero durante la operación, murieron doce rehenes y cuatro resultaron heridos, añadió.

En otros dos incidentes ocurridos el domingo de noche, unos desconocidos atacaron dos comisarías en Haditha, a unos 210 km al noroeste de Bagdad. Doce policías murieron en estos ataques, según un oficial de la policía y una fuente médica.

La provincia de Al Anbar es también uno de los núcleos de las protestas contra el gobierno que los sunitas empezaron en diciembre, acusando a Maliki de acaparar el poder y a las autoridades de utilizar la legislación antiterrorista contra ellos.

El gobierno ha hecho algunas concesiones, liberando a prisioneros y aumentando los salarios de las milicias Sahwa. No obstante, el problema central no ha sido resuelto y las manifestaciones continúan.