El papa Francisco se dio este martes por la mañana un baño de multitudes en su papamóvil en la plaza de San Pedro, donde fue aclamado por decenas de miles de fieles antes del inicio de la misa de inauguración de su pontificado, a la que asisten dignatarios políticos y religiosos de todo el mundo.

El papa argentino, vestido con su sotana blanca, apareció en la gran explanada vaticana esta soleada mañana romana a bordo de un jeep blanco totalmente descubierto, escoltado por varios agentes de seguridad vestidos de negro.

Sonriente, saludó con cariño a los fieles entusiastas que aclamaban a este popular papa en medio de un mar de banderas de todos los países, muchas de ellas latinoamericanas, y pancartas en español con lemas como “Siempre junto al Papa”.

Antes de iniciar esta histórica jornada, el papa se dirigió de manera inesperada a los numerosos fieles que realizaban de madrugada una vigilia en la catedral de Buenos Aires, y les pidió que dejen de lado los “odios” y las “envidias”, y “no teman a Dios, que “siempre perdona”, en unas palabras que fueron difundidas por altavoces en la Plaza de Mayo.

La ceremonia religiosa comenzará posteriormente, y estará rodeada de un estricto dispositivo de seguridad, formado por unos 3.000 funcionarios del Estado italiano, mientras que varios helicópteros sobrevolarán la plaza.

Antes de volver a presentarse ante los peregrinos, Francisco —el primer latinoamericano y primer jesuita— rezó ante la tumba de San Pedro, el padre de la Iglesia, situada debajo del altar mayor de la basílica, acompañado por una decena de representantes de las iglesias católicas orientales.

Junto a la tumba estaban el anillo de pescador y el palio (una larga estola blanca que se coloca encima de la casulla), los dos símbolos de poder papal, que posteriormente deben serle entregados.

El Sumo Pontífice se reunió a continuación con sus 180 concelebrantes, con quienes debía dirigirse todos juntos en procesión hacia el altar erigido en el exterior de la plaza cantando el “Laudes Regiae”, una letanía de invocación en honor a Cristo.

Una vez allí, el cardenal protodiácono francés, Jean-Louis Tauban, colocará ante los fieles el palio de lana —el mismo que llevó Benedicto XVI— sobre los hombros del exprimado de Argentina.

El decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, le pondrá acto seguido el anillo del Pescador —que ha querido de plata y no de oro como su predecesor— en el dedo anular de la mano izquierda.

MISA EN LATÍN Y GRIEGO

El servicio religioso, en latín y griego para recordar a las iglesias de Oriente y Occidente, no debería ser muy diferente del de la inauguración de Benedicto XVI en 2005, aunque tal vez algo más corta.

El papa pronunciará en italiano su homilía, que según el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, debería dar “indicaciones sobre las orientaciones del pontificado” del excardenal Jorge Bergoglio.

Francisco, que en menos de una semana se ha metido en el bolsillo a los fieles con su humildad y su espontaneidad, tiene un texto preparado pero a nadie sorprendería que agregara observaciones personales improvisadas en su tercera homilía desde que fue elegido papa el miércoles pasado.

En la primera, el nuevo pontífice expuso ante los cardenales los principios de su papado, “Caminar, Edificar, Confesar”, y en la segunda habló de la misericordia y del perdón de Dios, nociones anunciadoras de una Iglesia más acogedora.

Durante la comunión, que el papa no dará personalmente, un coro interpretará el canto “Tu es pastor ovium” (“Tú eres es pastor de las ovejas”).

Al final de la misa, el Papa volverá a la basílica para quitarse sus ornamentos, antes de recibir a las 132 delegaciones extranjeras, entre las que destacan 31 jefes de Estado, incluidos al menos siete latinoamericanos.

La presidenta argentina Cristina Fernández ya se reunió el lunes en privado con el nuevo papa, a quien pidió que intercediera en la disputa que su país mantiene con el Reino Unido sobre la soberanía de las islas Malvinas, bajo control británico desde 1833.

También se encuentran en Londres los presidentes de los dos países con el mayor número de católicos del mundo, la brasileña Dilma Rousseff, y el mexicano Enrique Peña Nieto, así como sus homólogos de Chile, Ecuador, Paraguay, Costa Rica y Honduras.

El gran ausente será el papa emérito, Benedicto XVI, quien tras su histórica renuncia el mes pasado, se trasladó a la residencia veraniega papal de Castelgandolfo, cerca de Roma, donde el papa Francisco le visitará el próximo fin de semana.

Revisa imágenes de los preparativos en la Plaza San Pedro. (vía Néstor Aburto)

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