Centenares de insectos crecen y se reproducen en el primer insectario urbano de Perú de cara a librar la madre de todas las batallas: cazar insectos depredadores de la fauna en Lima, en lo que constituye una exitosa experiencia para reducir biológicamente las plagas en áreas verdes sin contaminar el medio ambiente.
El sitio es una auténtica “maternidad de insectos” donde se crían en un pequeño huerto mariquitas, crisopas, chinches, cochinillas, avispas y hasta las espectaculares mantis religiosas, famosas entre niños por la película Kung Fu Panda.
El método biológico busca crear conciencia también sobre sus beneficios para la salud pues Perú exhibe un trágico palmarés por pesticidas: 24 niños murieron intoxicados por consumir alimentos contaminados con plaguicidas en Cusco en 1999.
“Los plaguicidas biológicos nos permiten evitar el uso de pesticidas en plantas, que siempre acaban contaminando el medio ambiente”, dijo a la AFP Patricia Llanos, una bióloga que dirige el insectario en el municipio limeño de Miraflores, primero de su género en Perú.
Laboratorio único en América Latina
Miraflores sería el único municipio en América Latina en tener un laboratorio de producción de insectos en zona urbana, según las autoridades ediles.
Los insectos están en cubículos y conforman un verdadero ejército de “invertebrados artrópodos” cuya tarea principal, además de la reproducción, es arrasar con su voraz apetito con las plagas depredadoras que amenazan la flora limeña.
“Las plagas más comunes en las plantas y árboles son la mosca blanca, pulgones y el piojo harinoso”, comenta Llanos.
Esas plagas son la mayor amenaza en los parques y jardines de Miraflores, un distrito de 90 mil habitantes que pone énfasis en el cuidado del medio ambiente y es uno de los más emblemáticos barrios comerciales y residenciales de Lima.
Miraflores, cuya extensión es de 9,6 km2, posee un millón de áreas verdes de las cuales una parte cubre con plantas y flores los acantilados de 60 metros de altura en la bahía de Lima, desde cuya cima se contempla el océano Pacífico.
La técnica del plaguicida biológico es bastante simple en palabras de la biológa Llanos: “40 fumigadores son los encargados de cargar con los insectos en balones y esparcirlos sobre las áreas donde se encuentran los depredadores”.
La batalla de insectos succionadores y masticadores versus depredadores parece una escena de Alien, la película de Ridley Scott: “Esto es lo que ocurre cuando los soltamos” refiere la responsable del insectario al señalar en una computadora imágenes grabadas con microcámara que muestran de qué manera una chinche succiona a un gusano.
Insectos en balones
“Sin embargo la gran diferencia entre el método biológico y el químico es el riesgo que éste mate la fauna. Lo mejor para el medio ambiente es estar libre de insecticidas”, menciona.
El período de reproducción en el insectario fluctúa entre 4 y 30 días. Allí todos los insectos consumen una papilla en base a maca -un energizante sexual originario de los Andes peruanos- mezclada con polen, miel de abeja y levadura de cerveza.
En los gigantescos ficus, que abundan en los parques, el enemigo principal son los hongos, plaga que junto a las larvas de polillas crece geométricamente por la elevada humedad de la zona.
Según datos del municipio miraflorino, las plagas se redujeron del 70% al 2% gracias al uso de este método.
Durante una reciente conferencia en el Parlamento peruano sobre el día mundial del No uso de plaguicidas y los 50 años de “La Primavera Silenciosa” -libro de la bióloga estadounidense Rachel Carson que previno por primera vez sobre el peligro de los pesticidas- el congresista oficialista, Jaime Delgado, alertó que “el uso indiscriminado de plaguicidas genera grandes impactos al ambiente y a la salud de los productores y consumidores”.
Y recuerda que los plaguicidas fueron “causantes de una serie de tragedias en los últimos años en Perú”.
Además de los 24 niños muertos en 1999 en la comunidad de Taucamarca en Cusco (sureste) -por consumir leche contaminada con el plaguicida parathion-, otros tres niños fallecieron y 100 más se intoxicaron en 2011 en una escuela pública de Cajamarca (norte) por ingerir un almuerzo contaminado con plaguicida.
En 2012, en tanto, también por plaguicidas, se intoxicaron más de 400 trabajadores del Fundo Agroindustrial “Beta” en Ica (sur).