Conversación con Christian Mc Manus (Santiago, 1965), fotógrafo que vive hace más de 10 años en París y es colaborador estrecho del Estudio Harcourt. Hasta el 4 de octubre permanecerá abierta la exposición del Estudio Harcourt en el MAC Parque Forestal.

¿Qué es el Estudio Harcourt?

Harcourt es un estudio de fotografía fundado en 1934por Cosette Harcourt junto a los hermanos Lacroix. Ellos imprimían revistas y tenían un estudio que les hacía las fotografías. Cosette propone hacer un estudio de retrato artístico aprovechando sus relaciones con célebres de la época, a quienes empieza fotografiando gratis.

El estudio Harcourt heredó del Estudio Nadar el arte del retrato fotográfico,que nació en Francia y reemplazó a la pintura.

Ya tiene 75 años, tiempo en que sobrevivió la 2 Guerra Mundial, la llegada de la fotografía a color, el flash, la fotografía digital.

En la pos-Guerra tuvo su apogeo, se hacían 45 retratos diarios. El rito del retrato tenía una entonces importancia primordial, posiblemente influenciado por el hecho de haber sobrevivido.

Hoy en día se ha perdido ese rito, no existe ese ritmo, hoy se hacen 15 a 20 retratos por semana. Se vende sesiones a particulares, que son retratos –la mayoría de mujeres- o fotos familiares. También se hacen retratos de mascotas. Pero Harcourt ya no vive del retrato, sino de eventos que hace con empresas y del área de publicidad. Es publicidad que se hace para vincular a una marca a Harcourt.

También el Estudio Harcourt hace parte de actividades culturales y humanitarias sin fines de lucro.

¿Cómo es el retrato “Harcourt”?

Harcourt hace “la misma” foto durante 75 años: imagen suave, se retoca el negativo y el positivo. Hay una “puesta en valor” de esa imagen. Imagen estatuaria, fija: se paga un valor por esa eternidad. Con los años esa fórmula, esa tradición, ha podido sobrevivir.

Detrás de estos retrato hay vanidad, quieren verse como los actores, inmortalizarse, “quiero ver lo mejor de mí”, resaltar la belleza. Es vanidad, es legado, un deseo natural de dejar algo. Ellos no son ellos, son actores, son íconos que hemos construido o que hemos aceptado.

¿Cómo elige el estudio Harcourt a los fotógrafos que lo integran?

El fotógrafo se forma en el estudio. Los que trabajamos ahí somos formados en el arte del retrato, de la iluminación de cine, sólo se trabaja con luz continua.

El fotógrafo –mucha gente joven- se forma con práctica de varios meses y años: trabaja en el departamento de producción (proveedores, enmarcado, preparación, impresión y viendo todo el proceso), luego pasa al estudio como observador para pasar luego a asistente. Después de un año o dos pasan a hacer tomas fotográficas en eventos, que son tomas menos elaboradas. Ese retrato puede valer 900 euros mientras que el retrato prestige cuesta unos 1900 euros.

¿Qué rol cumplen los fotógrafos en Harcourt?

Harcourt es un templo y los fotógrafos somos los monjes que servimos al templo, perdiendo nuestra individualidad detrás de la marca.

Hoy en día somos un colectivo de aproximadamente 10 fotógrafos que nos reunimos todos los viernes a analizar la semana y se debate sobre las sesiones fotográficas, el retoque y las ampliaciones finales.

El retrato pasó por la escultura –de terracota, de piedra, mármol, metal- y la pintura para democratizarse con la fotografía. Pero con la masificación de la fotografía, y ahora con lo digital, la fotografía y en particular el retrato se vulgariza, se banaliza. Es el registro.

¿Qué es entonces el retrato hoy?

Es mi trabajo, algo personal, sensible, que me gusta por esa relación con el cliente-modelo. Aunque tengo reglas y cánones en el estudio, tengo que capturar a esa persona que muchas veces no conozco previamente.

El retrato está desvalorizado, destruido, le cuesta sobrevivir. El estudio Harcourt rescata el retrato, una tradición, un rito que está fuera de nuestra vida, de nuestro vocabulario.

Para mí una sesión fotográfica es una interacción íntima con el modelo. Uno está cerca, independiente de Harcourt. Esa mirada que hay en mis retratos tiene esa carga, quiere revelar algo verdadero del retratado. Con la iluminación podemos ver lo más bello de cada persona.

Hay un tema sicológico y uno muy íntimo: en cada sesión quiero revelar algo de ese ser humano.

El retrato sobrevive hoy en día pero es raro verlo. Hoy en día los retratistas somos pocos, los que establecemos una relación con la persona retratada.

Hoy no existe el fotógrafo sino el creador de imágenes. La fotografía no es la realidad, es parte del mundo virtual. El retrato queda súper olvidado y enterrado.

Podemos hacer o que queremos. Hasta da terror, no después de la toma sino durante la toma porque no importa lo que pasa en ese momento, estamos pensando en lo que pasa después (el retoque, manipulación, lo virtual).

¿Qué es el retrato?

Pasan cosas al hacer un retrato, pero no hay conciencia. ¿Te has sacado una foto neutra? Nunca es neutra, siempre se pueden ver cosas, canas, estados de ánimo… la expresión te saqué la foto al tiro habla de esa impresión inmediata –como la fotografía- la capacidad o la posibilidad de observar, sea real o falsa.

Invito a tomarse una foto neutra y se van a reconocer, van a ver otras cosas. Pasan muchas cosas. Sáquense fotos y véanse. La gente consume y consume imágenes, por eso pierde conciencia del valor de ellas y del retrato.

Me he tomado autorretratos, me veo y me digo: Puchas que estoy triste, puchas que estoy bien… Lo efímero, la muerte en el retrato. Eso es lo que quiero trabajar. La muerte dentro de la muerte.

Exposición Estudio Harcourt
MAC Parque Forestal
Entrada gral $600. Estudiantes y tercera edad $400

Horarios: martes a sábado de 11:00 a 19:00 h. Domingo: 11:00 a 18:00 h

Parque Forestal s/n, Metro Bellas Artes