Diversas técnicas para la representación de la figura humana y un riguroso y elaborado trabajo cromático han marcado la extensa trayectoria del reconocido artista nacional.

La muestra incluye obras creadas a partir de los años setenta: pinturas, dibujos, libros de artista, libros de acuarelas, esculturas de cerámica y bronce, además de diversas piezas de técnica mixta que el artista denomina ensamblajes, presentando una sinopsis de 40 años de incansable labor. Tal como la académica y teórica española Anna Maria Guasch lo describe: “Benjamín Lira es escultor de pinturas y pintor de esculturas; suma de presencias y ausencias, de tradición y vanguardia, de cambio y perennidad”.

Entre las obras destacan Cabeza I (1976), perteneciente a la Colección de Pintura Chilena del MNBA, y Los duques de Urbino, despue´s de Piero (1976), cita de Benjamín Lira al díptico Retrato de Federico de Montefeltro y de su esposa Battista Sforza (1472) del pintor renacentista Piero della Francesca. Las obras evidencian distintas formas de representación de la figura humana, hilo conductor de su extensa trayectoria: “Uso la figura humana que obviamente desde los años setenta hasta ahora, ha ido en evolución, inserta en la contingencia, en el universo, en lo doméstico. Me interesa la figura humana en un contexto, en un paisaje lejano”, explica el artista.

En torno a esta temática, Guasch explica que la obra del autor es “expresión de la angustiosa y doliente experiencia subjetiva, pero también objetiva, de la soledad del ser humano ante sí mismo y ante el mundo. Un ser humano que, a medida que avanzó el siglo veinte y que corre el veintiuno, se ha sentido y se siente progresivamente más angustiado en las relaciones con un entorno cada vez más denso, rico y diverso en objetos y presencias, en imágenes e información, pero seguramente también cada vez más artificial, hostil y agresivo”.

Haciendo referencia a este mismo tópico, el artista, académico y curador Pablo Chiuminatto explica: “Los retratos de Benjamín Lira no tienen rostros y si los pensamos como rostros, son espejos que retratan más que al retrato mismo, la fuerza mítica que posee la representación de la cabeza humana”.

Otro de los ejes presentes en la muestra es el gran dominio del color del artista. “En relación con su trabajo de pintura, resulta difícil rechazar la hipótesis más evidente sobre su obra y su preocupación permanente por el color, sobre todo si esta operación plástica la formula desde un minucioso y elaborado proceso cromático de interacciones y mezclas ópticas. Y no es para menos: Lira busca, ex profeso, esa estimulación retiniana, sabe lo sensible que resultan dichas sensaciones y los climas que despierta”, señala Roberto Farriol, director del Museo Nacional de Bellas Artes.

Finalmente, la idea de ensamblaje, de construcción a través de planos y técnicas, así como de enfrentarse a la realidad en la obra del autor, es descrita por la académica e investigadora chilena Sandra Acattino: “Cuando Benjamín Lira habla de sus pinturas, de sus grabados, de sus acuarelas o de sus dibujos, los llama construcciones. Es una palabra llena de intención, que usa para alejar la idea de representación y de copia mimética de la realidad. Sus imágenes, entonces, no copian el mundo, sino que son, más bien, un proceso de observación y pensamiento. Son especulaciones (en latín, specula es el lugar desde el que se observa y también el acto de observar), están hechas de cálculos y proyectos arriesgados, porque no devuelven lo visible, que es la apariencia de las cosas, sino el registro inacabado e incompleto de nuestra experiencia en el mundo”.

De martes a domingo de 10:00 a 18:50 horas.
Cerrado días lunes.
Entrada: adultos: $ 600; estudiantes y adultos mayores con identificación: $300; estudiantes de arte acreditados y niños hasta 8 años: entrada liberada.
Días domingo: entrada liberada o aporte voluntario.

Hasta el 30 de diciembre.
Museo Nacional de Bellas Artes
Parque Forestal s/n
Santiago