En 1961, un grupo de científicos estableció un campamento permanente en Isla Posesión, un pedazo de tierra localizado en el Archipiélago Crozet, a medio camino entre Madagascar y la Antártida en el Océano Indico. Su objetivo era un estudio a largo plazo sobre pingüinos emperador (Aptenodytes patagonicus). Los científicos han continuado ese estudio por más de 50 años, algunas veces acompañados por un pequeño grupo de turistas.

Estas especies parecen estar acostumbradas a la presencia de humanos, pero un nuevo estudio de BMC Ecology encontró que incluso ese limitado contacto humano podría estar afectándolos negativamente.

Un grupo de investigadores de Francia y Suiza compararon 15 pingüinos emperador de áreas regularmente perturbadas por científicos y turistas con 18 aves que se aparearon en un área no perturbada.

Respecto a lo anterior, se grabaron los latidos del corazón (un indicador de estrés) en respuesta a tres ruidos fuertes de humanos potencialmente causantes de estrés, acercamientos de humanos (similar al que ocurriría cuando un científico o turista observa a las aves) y captura (una rara pero necesaria técnica usada para estudiar pingüinos), según informó Prensa Antártica.

Con los ruidos fuertes y los acercamientos humanos, los pingüinos de áreas perturbadas estuvieron mucho menos estresados que sus contrapartes de áreas no perturbadas. Todas las aves, sin embargo, encontraron la captura como una experiencia estresante.

¿Es esto evidencia que los pingüinos de las áreas regularmente perturbadas están habituados a los humanos? Mientras que es posible que esos pingüinos han crecido acostumbrados a la presencia de humanos en sus áreas de reproducción – aunque no a la captura, ya que ello raramente ocurre – la regular perturbación puede contribuir a la selección de fenotipos específicos, aquellos que son más apropiados a manejar este tipo de estrés.

Sin embargo, la población resultante, afirman los científicos, pueden ser menos capaces de lidiar con el cambio ambiental.

Esta es difícilmente la primera vez que los investigadores han encontrado que sus métodos tienen consecuencias no deseadas para los animales que estudian. Una investigación de pingüinos publicada el año pasado, por ejemplo, encontró que el uso de las bandas en las aletas resulta en una menor tasa de supervivencia de las aves.

Pero este último estudio es otro recordatorio para la comunidad científica que ellos pueden fácilmente convertirse en una de las perturbaciones antropogénicas que afectan a los animales que están estudiando.

“Una cuestión central para los ecologistas es la medida en que las perturbaciones antropegénicas (como el turismo) pueden impactar en la vida salvaje y afectar los sistemas bajo estudio”, dijo el principal autor Vicent Viblanc de la Université de Strasbourg.

“Una de las mayores dificultades de tales investigaciones es olvidar que, desde la perspectiva de la vida salvaje estudiada, el turismo y las investigaciones científicas no son dos mundos aparte”, agregó Viblanc.