El presidente Barack Obama dijo el lunes al primer ministro de Japón, Yoshihiko Noda, que Estados Unidos está comprometido en la defensa de sus aliados, ante la muerte del líder norcoreano Kim Jong-Il.

Obama habló telefónicamente con Noda, mientras Washington y sus aliados en la región cerraron filas rápidamente tras el fallecimiento del líder del volátil estado comunista, señaló la Casa Blanca.

“El presidente subrayó el compromiso de Estados Unidos en la defensa de sus estrechos aliados, incluyendo Japón”, dijo la Casa Blanca en un comunicado.

“También transmitió la importancia que otorga al mantenimiento de la estabilidad de la península de Corea y la región”, agregó, e indicó que Estados Unidos y Japón “acordaron monitorear cuidadosamente los acontecimientos y permanecer en estrecho contacto”.

Obama telefoneó más temprano a su cercano amigo y presidente de Corea del Sur, Lee Muyng-Bak.

La muerte de Kim se produjo en momentos en que Estados Unidos intentaba reiniciar las estancadas conversaciones a seis partes sobre el programa nuclear norcoreano.

Emisarios de Washington y Pyongyang se habían reunido en julio en Nueva York, y en Ginebra en octubre, pero no informaron de avances. La agencia de noticias surcoreana Yonhap dijo que un tercer encuentro podría pronto tener lugar.

Obama advirtió a Corea del Norte en octubre que enfrentaría un mayor aislamiento y mayores presiones internacionales si realizaba nuevas “provocaciones” como las que afectaron a Asia el año pasado.

Pero también dijo que Pyongyang podía esperar mayores oportunidades si cumplía con sus obligaciones internacionales sobre su programa nuclear.

Corea del Norte abandonó las negociaciones a seis partes en abril de 2009, un mes antes de su segundo ensayo nuclear.

Pyongyang ha señalado desde hace tiempo su deseo de que se reinicien las negociaciones sin precondiciones, y que su programa de enriquecimiento de uranio -develado por primera vez a expertos estadounidenses hace un año- podía ser puesto sobre la mesa.

Corea del Norte, que nunca firmó un tratado de paz con Estados Unidos tras la Guerra de Corea de 1950-53, ha sido un frecuente dolor de cabeza en materia de política exterior para los sucesivos gobiernos estadounidenses.