La presidenta argentina Cristina Fernández inicia su segundo mandato consecutivo embarcada en evitar un enfriamiento de la economía si se propaga la crisis en las potencias mundiales y en producir un giro que reste poder a los dirigentes de la central obrera peronista CGT.

Fernández, que inicia su gobierno hasta 2015 en la cúspide de su popularidad tras consagrarse con 54,11% de los votos en octubre, prometió fortalecer su política de fomento al consumo y la reindustrialización.

Pero el impacto recesivo de la crisis ya dejó huella este año con un crecimiento de apenas 0,9%, mientras que entre 2003 y 2008 creció a un ritmo promedio de 8% anual y el año pasado 9,2%.

“El 2012 será muy difícil a nivel mundial. Todo esto tendrá impacto en los países latinoamericanos, especialmente en aquéllos que tienen gran integración con el mundo”, admitió el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en su breve paso por Buenos Aires el sábado para la reasunción de Fernández.

Pese a dar señales de continuidad en su política de fomento al mercado interno, un escenario fiscal más comprometido llevó al gobierno a recortar millonarios subsidios a los servicios públicos desde noviembre, medida cuyo impacto en el consumo se verá en los próximos meses.

“Ante la desaceleración de la actividad económica mundial y precios internacionales de las ‘commodities’ como la soja en baja, al Estado se le presenta el desafío de llevar adelante una política contracíclica, pero con un marco fiscal muy distinto al de unos años atrás”, advirtió Nadin Argañaraz, director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) en una columna en el diario La Nación.

Con este marco, Cristina Fernández envió una clara señal a sus aliados de la CGT en su discurso del sábado al advertirles que hicieran uso “del derecho de huelga pero no de chantaje y extorsión”.

El gobierno se anticipa a los reclamos por la desvalorización de los salarios debido a la inflación que entre enero y octubre sumó 9,7% según el índice oficial, puesto en duda por economistas y consultoras privadas cuyas estimaciones lo duplican.

El líder de la CGT y titular del poderoso gremio de camioneros, Hugo Moyano, fue una ausencia notoria en los palcos del Congreso Nacional, durante el acto de reasunción.

Tampoco hubo como en otras ocasiones participación de los sindicatos en los festejos populares en la histórica Plaza de Mayo como cierre de los actos oficiales.

“No es ninguna novedad que el gobierno y la CGT está atravesando una situación difícil”, admitió este domingo Juan Carlos Schmid, titular del gremio de Dragado y hombre cercano al líder de la central obrera.

La CGT fue una aliada central del kirchnerismo en una relación de intereses mutuos alentada por el ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007), esposo de la mandataria fallecido en octubre de 2010.

“La alianza sindical y política del titular de la CGT con el ex presidente fue un factor determinante en la coalición oficialista hasta la muerte de Kirchner”, recordó Rosendo Fraga, titular de la consultora Nueva Mayoría, en una columna con su firma en el matutino La Nación.

Pero Cristina “asumió una posición diferente y el titular de la CGT pasó a ser un adversario del gobierno, que según la evolución de las circunstancias puede transformarse en un enemigo”, dijo.

El jefe de bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi, descartó este domingo que haya “una ruptura política” entre el gobierno y Moyano, cuyo mandato vence en junio de 2012.

Un indicio sobre la conflictividad gremial que espera a Kirchner en 2012 se tendrá el jueves cuando Moyano encabece un acto por el Día del Camionero en un discurso que puede revelar hasta dónde la CGT está dispuesta a tensar la cuerda.