Usualmente, cuando entramos en un cine o teatro se nos pide apagar los teléfonos móviles u otros dispositivos que puedan interferir con la función. Sin embargo, en Estados Unidos son cada vez más los cines y teatros que no sólo permiten al público usarlos, sino que les ofrecen asientos especiales para que lo hagan.

Se trata de una iniciativa tanto de los dueños de los recintos como de las productoras de las obras para animar a los usuarios a “socializar” sus presentaciones, publicando directamente en Twitter el transcurso de las mismas, como forma de promoverlas.

“De costa a costa, los teatros están experimentando en cómo usar los ‘asientos para tuiteros’ efectivamente. Las artes están evolucionando justo ahora, son participativas. Las redes sociales son una herramienta en la que confiamos y no tenemos miedo de experimentar con ellas”, afirmó al USA Today el director del Festival Shakespeare de San Luis, Rick Dildine.

A fin de no molestar a los demás asistentes que desean ver la obra en silencio y sin distracciones visuales, los encargados de los recintos suelen dejar las últimas filas de los auditorios para los tuiteros, un hecho que no parece molestar demasiado a los usuarios.

“Un amigo mío me regaló las entradas. Nos sentamos y alguien se nos acercó a indicarnos los asientos. Están un poco atrás, pero una vez que vi a toda la gente a nuestro lado (tuiteando), pensé ‘hey, esto es excelente’”, señaló Lane Hart al periódico.

Incluso los encargados de un espectáculo tan fiel al sonido como la música clásica se muestran entusiasmados sobre la idea. “Era fantástico ver cómo la gente reaccionaba ante lo que hacía la orquesta, el Director y, francamente, hasta sobre lo que sucedía tras bambalinas. Tenemos gente que viene más de una vez a ocupar los asientos para tuiteros. Creo que disfrutan mucho el proceso e incluso interactuar con otros miembros de la audiencia”, manifestó el vicepresidente de comunicaciones de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati (OSC), Chris Pinelo.

“Tuitear la presentación de la OSC fue como asistir a una función social sólo para miembros en medio de un ambiente formal. Podía comunicar abiertamente mis reacciones a la música, los músicos y el Director sin decir una sola palabra. Además, tenía la posibilidad de conversar con otros asistentes y seguir sus propias reacciones”, explicó Jennifer Nissenbaum, de 35 años.

Sin embargo no todos tienen una visión tan positiva de las nuevas atribuciones de los fanáticos de las redes sociales. Para Irene Friedman, de 60 años, una asidua seguidora de la OSC durante los últimos 30 años, los tuiteros realmente no aprecian el espectáculo al que asisten.

“Sus dedos se mueven más rápido tuiteando que los dedos de los propios violinistas. Ocasionalmente se hacen gestos y leen lo que otra persona tiene en su pantalla. Ni siquiera se molestan en mirar para aplaudir al final de cada sección. El hecho es que por ver lo que hay en sus dispositivos, se pierden lo que está pasando en el escenario”, lamentó.