Catar consiguió llevarse la organización del Mundial de fútbol de 2022 pero ahora tiene una misión todavía más difícil, la de construir en cuatro o cinco años una selección nacional a la altura que le permita clasificarse para una próxima edición del torneo.
“El objetivo es participar en una edición del Mundial antes de 2022″, cuando Catar estará clasificado automáticamente por ser país organizador, explica el jeque Bin Ahmad Al Thani, presidente de la federación nacional.
El país quiere demostrar a los más críticos que el deporte en Catar es también cuestión de experiencia y no sólo de dinero, como parecen demostrar entre otras la promesa hecha a la Federación Internacional (FIFA) de crear estadios climatizados durante el evento.
Catar se ha lanzado el desafío de clasificar a su selección, número 95 en el ranking mundial, entre Lituania y Botsuana, para el Mundial 2014, un objetivo al que se aferra Ali Benarbia, un ex internacional argelino convertido en consejero de la federación catarí.
“Hoy Catar se siente capaz. El hecho de que un club (el Al Saad) haya ganado la Copa de Asia nos da confianza. La selección se da cuenta de que ellos también pueden”, asegura el ex centrocampista del París Saint-Germain.
Bajo la dirección técnica de Sebastiao Lazaroni, tres veces campeón de Brasil, Catar tiene el apoyo de numerosos extranjeros, entre técnicos y jugadores de los 14 equipos de su primera división, que ayudan a profesionalizar el fútbol del país.
El italiano Marcello Lippi y el español Luis Aragonés, entre otros, vinieron en noviembre para asesorar a los técnicos de la primera división.
Djamel Belmadi, el técnico del Lekhwiya, campeón vigente de la liga de Catar, llegó al país del Golfo en 2003, como jugador, y recuerda su sorpresa al ver una cláusula de su contrato que le obligaba a “transmitir” sus conocimientos a sus compañeros de equipo.
En los últimos ocho años Belmadi vio progresar de manera espectacular el fútbol del país.
“Al Saad, campeón de Asia, está ahora en la mitad de la tabla de la liga. Es un signo de su homogeneidad y de su calidad”, explica.
Para construir una selección nacional potente, los clubes utilizan a fondo la preferencia nacional y sólo permiten como máximo cuatro extranjeros por equipo (uno asiático)
“Aquí no hay ley Bosman”, dice Belmadi, en referencia a la reglamentación que obliga a la libre circulación de jugadores europeos entre los clubes.
Al país le falta sin embargo tradición futbolística y los aficionados suelen mirar los partidos por la televisión.
“Muchas veces los estadios están vacíos, sobre todo a causa del calor, pero existe presión para obtener resultados. Los extranjeros que vienen a Catar sólo para ganar dinero no se quedan mucho. Hay un proyecto y exigencia”, explica Belmadi”.
Enviando corrección, espere un momento...