Los analistas estudian diferentes hipótesis para evitar que la coalición internacional quede empantanada en una ofensiva de larga duración en Libia: armar a la rebelión, dirigir acciones clandestinas, llamar a la insurrección o fomentar una conspiración para acelerar la caída de Muamar Gadafi.

“Cuando se quiere terminar una guerra, uno está preparado para aprovechar cualquier ocasión”, explicó un experto en asuntos militares que pidió el anonimato.

En operaciones en las que participan varios países, la posibilidad de que un escenario bélico se complique no es sólo un riesgo, sino una regla, y la posibilidad de que dure poco tiempo, es una excepción.

Los soldados de la Fuerza Interina de la ONU en el Líbano (FINUL) están desplegados desde 1978, los de la Fuerza multinacional de paz de la OTAN (KFOR) en Kosovo desde 1999 y y los de Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF) desde hace ya diez años.

Luego de haber intentado, de momento en vano, barrer la rebelión antes de que la comunidad internacional se movilizara en su favor, el coronel Gadafi podría intentar ganar tiempo.

La resolución 1973 que Francia y Gran Bretaña arrancaron a sus pares del Consejo de Seguridad de la ONU es la base de una situación muy compleja: no autoriza ninguna operación militar terrestre contra las fuerzas del dirigente libio pero ordena “proteger a la población civil”.

Mientras se prolongue la violencia, los aliados tendrán que continuar con los ataques aéreos y “no hay ninguna razón para que ello cese”, subrayó un analista.

Y ante ese panorama ¿cuál podría ser la tabla de salvación?

En primer lugar la esperanza de una implosión del régimen libio.

Sobre ese punto, Estados Unidos y Francia están maniobrando con la voluntad apenas oculta de socavar sus bases.

Un cercano consejero del presidente estadounidense, Barack Obama, dio a entender que algunos miembros del entorno de Gadafi, sometidos a una “intensa presión”, ya están “intentando contactos para buscar una salida”.

Inclusive mencionó algunos nombres como el del ministro libio de Relaciones Exteriores, Musa Kusa.

La presidencia francesa “alentó” abiertamente a los dirigentes libios a “desertar” y a “sumarse” al Consejo Nacional de Transición (CNT) agitando la amenaza de demandas ante la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya.

“La CPI observa, mira, instruye. Ya tenemos una serie de apellidos en una lista pero esa lista puede extenderse (…) Por lo tanto, a buen entendedor, pocas palabras”, advirtió el Elíseo, sede de la presidencia francesa.

“La mejor solución sería que una parte del ejército de Gadafi le dé la espalda”, estimó un analista. Otro recordó la fórmula de Winston Churchill: ‘Si Hittler invadiera el infierno, haría por lo menos una alusión al diablo en la cámara de los Comunes’, para luego obligar a Gadafi a negociar su partida”.

Otra opción es dar armas a la rebelión.

“Es lo que los estadounidenses o el servicio de inteligencia francés para el exterior hicieron en Afganistán durante la ocupación soviética. Cosas que se hacen sin decir pero que son siempre arriesgadas”, subrayó.

Sobre todo porque los rebeldes libios, en su mayoría, no tienen ninguna experiencia militar y los islamistas podrían hacerse cargo del control.

“No es suficiente dar armas a la gente para conformar un ejército”, destacó un tercer experto.

¿Y el envío de tropas especiales terrestres? “Al menos que entre sus filas haya libios”, consideró. Sólo los servicios de inteligencia tienen “gente capaz de mezclarse entre la población para dirigir operaciones clandestinas”.

Sin embargo, la mayoría de las hipótesis carecen de un elemento básico: salen de los límites de la resolución 1973 que no otorga ningún mandato a la coalición para derrocar a Gadafi.