Los cancilleres del G8 examinan el lunes y martes en París las consecuencias del sismo y del tsunami en Japón y la situación en Libia donde las tropas de Gadafi siguen su avance hacia el este, indicó la Cancillería francesa.

“Los ministros abrirán sus discusiones sobre las consecuencias de la catástrofe natural sin precedentes que golpeó a Japón”, afirmó Bernard Valero, portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, país que preside el G8 (Estados Unidos, Rusia, Japón, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Canadá).

Según ese portavoz, “el ministro japonés, Takeaki Matsumoto, ayudará a los Estados miembros del G8 a definir las modalidades de su acción a corto, medio y largo plazo, para ayudar a Japón a superar esta dura prueba”.

Los cancilleres, que serán recibidos a las 19:00 locales (15:00 horas en Chile) por el presidente francés Nicolas Sarkozy, anfitrión de una cena prevista en el Elíseo, sede de la presidencia, continuarán sus discusiones el martes.

Pese a los esfuerzos del gobierno nipón en transmitir mensajes tranquilizadores, el mundo entero sigue con preocupación creciente la amenaza nuclear provocada por el sismo de magnitud 8,9 que el viernes sacudió el noreste de Japón y que podría haber dejado por lo menos 10.000 muertos.

Una primera explosión se produjo el sábado en el edificio del reactor número 1 tras el devastador terremoto y el tsunami posterior.

El lunes se produjeron dos nuevas explosiones en el reactor número 3 provocadas por la acumulación de hidrógeno, según las autoridades japonesas.

La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) indicó que el recinto de seguridad del reactor número 3 está intacto.

El portavoz francés aclaró que “la mayor parte de las discusiones” se dedicará a la “situación en los países del norte de Africa y de Medio Oriente, con una atención particular a la dramática situación en Libia”.

Divididos sobre los medios para poner fin al régimen del dirigente libio Muamar Gadafi -bombardeos, zonas de exclusión aérea o suministro de armas a la oposición- los occidentales están siendo superados por la realidad en el terreno y por el avance de las tropas fieles a Trípoli.

El pasado viernes en Bruselas los europeos no lograron alcanzar un acuerdo sobre una opción militar ni tampoco sobre el reconocimiento del Consejo Nacional de la Transición (CNT, oposición libia) como representante legítimo de ese país. Francia es favorable en esos dos puntos.

Frente a la reticencia de Rusia, Francia y Gran Bretaña defienden una actitud decidida, pero parecen estar aisladas.

El ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, pidió el domingo acelerar los esfuerzos internacionales para responder al llamamiento de la Liga Arabe de instaurar una zona de exclusión aérea sobre Libia e impedir así que Gadafi utilice su aviación para bombardear a los opositores.

Su homóloga estadounidense, Hillary Clinton, que llegó el lunes por la mañana a París para asistir a la reunión de cancilleres del G8, tiene previsto reunirse con un representante de la oposición libia, Mahmud Jibril, recibido la semana pasada por el mandatario francés.

En una entrevista publicada el lunes por el diario británico Financial Times, Mustafá Abdel Jalil, jefe de la oposición libia, advirtió a los países que no los apoyen que serán privados de los yacimientos petrolíferos libios si el CNT llega al poder.

“Habría sido más eficaz (una acción militar) en el momento en que las fuerzas del coronel Gadafi estaban relativamente desorganizadas (…) en momentos en que los rebeldes del este y del oeste controlaban determinadas ciudades”, estimó Jean Pierre Maulny del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).