Asesores del ex presidente George W. Bush (2001-2009) quisieron derrocar a Sadam Husein apenas llegados a la Casa Blanca, y buscaron justificar una guerra con Irak meses después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, según documentos oficiales divulgados el miércoles en Estados Unidos.

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Unas horas después de los ataques del 11 de septiembre, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, habló de atacar Irak al igual que a Osama bin Laden, líder de la red Al Qaida, según las notas de una reunión el mismo día de los atentados incluidas en los archivos desclasificadas.

Rumsfeld pidió a un abogado del Pentágono acudir a su adjunto para obtener “apoyo” para mostrar un supuesto nexo entre el régimen iraquí y el jefe de la red Al Qaida, según los documentos divulgados por el Archivo Nacional de Seguridad, un instituto de investigación independiente con sede en Washington.

Más adelante, el gobierno de Estados Unidos reconoció que el gobierno de Sadam Husein no tuvo nada que ver con los ataques a las torres gemelas de Nueva York y al Pentágono, que dejaron unos 3.000 muertos.

En junio y julio de 2001, altos funcionarios del gobierno aseguraron que unos tubos de aluminio confiscados a Irak eran la prueba de que intentaba fabricar armas nucleares, antes de someterlos a un análisis preliminar, según dos memorandos del Departamento de Estado dirigidos a su titular de entonces, Colin Powell.

Uno de los memos expresa el interés del gobierno estadounidense en “publicitar la confiscación en nuestro beneficio” y divulgar la historia adecuada sobre los tubos, cuya supuesta conexión con la bomba atómica fue rápidamente descartada.

Irak también estuvo en el centro de un memorando de julio de 2001 dirigido a la entonces asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, a quien Rumsfeld urgía una reunión de alto nivel para hablar de la política con respecto a Bagdad. Tras mencionar que las sanciones contra Irak habían fracasado y que la defensa aérea iraquí mejoraba, Rumsfeld advierte: “En pocos años Estados Unidos sin dudas se enfrentará a un Sadam dotado de armas nucleares”.

“Si el régimen de Sadam fuera derrocado, tendríamos una mejor posición (estratégica) en la región y en otros lados (…) Un gran éxito en Irak reforzaría la credibilidad e influencia de Estados Unidos en toda la región”, escribió el secretario de Defensa.

Otro documento muestra que Rumsfeld discutió planes bélicos para Irak tan sólo dos meses después de la ofensiva contra el régimen de los talibanes, efectuada por la Alianza del Norte afgana con el apoyo logístico de Estados Unidos, a fines de 2001.

Según el texto, Rumsfeld ordenó al general Tommy Franks, que estaba al frente del Comando Central estadounidense, preparar a las fuerzas para la “decapitación” del régimen iraquí.

En una lista fechada el 27 de noviembre de 2001, Rumsfeld enumera posibles disparadores que el gobierno de Bush podía utilizar para iniciar una guerra: una acción militar iraquí contra un enclave en el norte de Irak protegido por Estados Unidos y el Reino Unido; vínculo de Sadam con los atentados del 11 de septiembre; los entonces recientes ataques con ántrax; y conflictos con las inspecciones de la ONU al arsenal iraquí.

En un memorando del 18 de diciembre de 2001, la unidad de análisis del Departamento de Estado advirtió que Francia y Alemania probablemente se opondrían a una invasión de Irak sin pruebas concretas de que Bagdad estaba detrás de los atentados contra Washington y Nueva York.

También subrayó que un apoyo del Reino Unido redundaría en un costo político para el entonces primer ministro Tony Blair (1997-2007), y podría disparar una reacción violenta en la comunidad musulmana británica.

Los documentos divulgados el miércoles fueron entregados por el gobierno estadounidense en base a un pedido fundamentado en el acta de libertad de información.